El tiempo ya no está “a nuestra disposición”, a nuestro alcance; ahora es una dimensión ajena a nuestra capacidad de decisión. Parece que nosotros, los hombres modernos, hemos edificado una sociedad futurocéntrica en la cual el porvenir, lejos de delinearse como solución a nuestros problemas vitales, se convierte en una implosión, en un futuro pasado. (…) nuestra vida está “descarrilada” con respecto al presente: nos proyectamos continuamente hacia al futuro, o bien volvemos la vista hacia el pasado.
Giacomo Marramao
el lugar en el tiempo escindido de nuestra población de Uharte siempre ha sido el mismo. Pero un lugar está hecho de sus lugares que no reúnen la misma condición en todos los tiempos. Si los polígonos industriales y terciarios de Areta, Intxaurdia, Itaroa, Ollokilanda/Urbi y Urbizkain lo hubieran sido en tiempos de nuestros mayores, tal vez habrían adoptado otros nombres en función no tanto del accidente topográfico descrito en su ubicación, o bien, haciendo referencia a la composición de la tierra respecto de sus características y usos asociados a desempeñar, en trabajos y días; o a su localización respecto de otros accidentes y lugares, cuanto de la fabril o terciaria actividad desempeñada en su platónica actualidad.
Un lugar, denotaba el antropólogo Philippe Descola, viene a ser un espacio productor de identidad. El nuestro, como ya apreciáramos con anterioridad, cuenta con un milenio de histórica, documentada y nominativa existencia, en el que “ese mundo otro”, para la modernidad ya desaparecido y superado, o bien es negado o, contrariamente, de alguna manera, continúa estando presente, puesto que en la cadena del acontecer todo eslabón encuéntrese concatenado bajo condición de reiterativa repetición hasta su lugar de inicio coincidiendo ser, en el caso de un collar, asimismo aquel de su cierre (consistente en la forma de un acoplamiento a la manera como lo vieran los biólogos Maturana y Varela: El acoplamiento surge como resultado de las modificaciones mutuas que las unidades interactuantes sufren, sin perder su identidad, en el transcurso de sus interacciones).
Ahora bien, si no somos absolutamente modernos ni absolutamente antiguos, tal vez la pertinente interrogación deba versar sobre lo que realmente consideramos ser en el lugar en que nos encontramos. Ya la vida nos demuestra no ser absolutamente ni lo ni el mismo, mediada la alteridad, en el hogar, en un lugar de reglado aprendizaje, de trabajo u ocio. Es más, las vacaciones mismas se hacen tan necesarias, dentro de esta lógica escindida, precisamente por ser aquel espacio de tiempo que dedicamos últimamente para estar fuera del lugar (de residencia o trabajo) a modo de pendular intervalo entre estancias. Y en este último sentido tal vez podamos constatar en nuestra experiencia cotidiana la comunitaria aspiración del lugar en que vivimos por reportar en tan poco espacio la dotacional adecuación imprescindible para el disfrute de estos diferentes tiempos basados en valores asociados a los usos de la intimidad, disfrute de la naturaleza incluido, al relax y a la competencial competitividad en los ámbitos del tan productivo como ocioso consumir con que el esclavo y el condenado cuentan para acceder a la efímera sensación de haber alcanzado por fin un grado de libertad (la sociología llama a este complejo de actividades “nivel de vida”).
Por lo que a estas alturas no debería ser ninguna novedad el contemplar cómo el documento de regulación de dichos espacios no solamente cuente con una cualidad prospectiva sino también efectiva, proyectiva y normativa, no siendo otro que el conocido como Plan General de Ordenación Urbana.
En éste, el lugar del tiempo pasado presente nuestra villa contaba con tres áreas de normativa conservación: Casco Antiguo y huertas de Zumedia, Inzoa, Zokoa, Ezpeleta y Urbi (en terrenos denominados de Auzalorr[es], indicativo de su originaria propiedad comunal) así como las pertinentes reservas paisajísticas de sus montes, cerros y riberas. Del primero ya tratamos en su día, sometido a la sistemática aplicación de un instrumento de excepcionalidad como es el de los PEAU (Planes Especiales de Actuación Urbanística). En cuanto a las huertas, cada vez parece estar más clara la intencionalidad de división de sus polígonos en zonas de probable intervención urbanística y zonas de exclusión de la misma al estar afectadas por riesgo de inundabilidad. Ayuda a ello, por añadidura, su progresiva conversión del tradicional uso hortícola en otro más ocioso y de menor productividad. Sin embargo, aun hoy, continúa estando presente en el imaginario uhartearra, cebollero o tipulazorro, el que un Uharte sin huertas equivaldría poco menos que a un Pamplona/Iruña sin sanfermines.
De todo ello nos hablaba y era recogido por el último intento de actualización de nuestra planificación, el Documento de Estrategia y Modelo de Ocupación Territorial (EMOT, por su sigla) de 2014, elaborado por los arquitectos urbanistas Gabriel Ros y Patxi Francés para nuestro Ayuntamiento. En su página 42, y apartado dedicado a los objetivos, este equipo realiza la siguiente sugerente reflexión: “Es también el momento que Huarte/Uharte potencie sus propias señas de identidad y las desarrolle, y el Plan Municipal deberá ayudar a identificar estas potencialidades y a ordenar la implantación de las diversas actividades de manera que a lo largo del proceso de desarrollo se vaya conformando un municipio con personalidad e identidad propia”. Y respecto de las huertas, dicho documento, en página 56, contemplaba: “Respetar el uso actual de las huertas de Ugarrandía (refiriéndose a las contempladas dentro de los términos de Inzoa, Zumedia y Zokoa) y Ezpeleta-Ezpelegain, ya que cumplen una importante función social, contribuyen a la sostenibilidad y constituyen una reserva estratégica de suelo, cuyo cambio de uso no parece que sea necesario en este momento”. Una reserva, ésta, que no habiéndose dado continuidad al trabajo de necesaria planificación, dada la obsolescencia del primer y vigente plan de Ordenación, pende como una espada de Damocles sobre su futuro. Cuestión en absoluto baladí y que de una manera u otra, a poder ser de manera participativa, habremos de afrontar participativamente de la mano de nuestros administradores.
El autor es escritor
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