a pandemia es tan invasiva que me enteré de chiripa de que UPN había ratificado a su presidente, Javier Esparza, como cabeza de lista para las elecciones forales de 2023, en unas elecciones internas a las que a última hora se apuntó un mirlo blanco para intentar dar a la cita, imagino, algún viso de verosimilitud. A la espera de ver qué sucede con la unión UPN-PP-Ciudadanos de cara a esa cita electoral, parece claro que Esparza encabezaría una hipotética lista común y que por tanto se aseguraría como mínimo plaza de parlamentario hasta 2027. Es cansado ver desde fuera de la actividad política ejemplos de políticos que llevan tantísimos años en el tinglado, por respetables que sean todos ellos: Esparza, Catalán, García Adanero, Maiorga Ramírez, Uxue Barkos, Pérez Nievas, Sayas, Fermín Alonso, la propia Chivite... Los hay de todos los colores y partidos y la sensación que queda al ciudadano es que una vez logrado un buen caché dentro de sus siglas prácticamente ninguno o ninguna se hacen a un lado para dar paso a otra gente o si lo hacen tienen que pasar sus buenas dos décadas como mínimo, como si de una longeva carrera deportiva se tratara. Bien sea por evidente tirón electoral, por interés personal, por falta de relevos, por cobro de favores internos, por lo que sea: ahí siguen, 20, incluso 30 años después, como Catalán y Adanero, que al paso que van se van a jubilar en política cuando prácticamente su primer empleo serio fue también en política. No sé, da pereza. No digo que haya que irse a los cuatro años, ni siquiera que no estén en su derecho de si creen que sus figuras son buenas para sus partidos seguir ahí, es solo la sensación externa de que fuera, donde estamos los demás, tiene que hacer un frío tremebundo y que ellos lo saben mejor que nadie, tanto que quizá sea a fin de cuentas lo que mejor han aprendido dentro de sus larguísimas travesías.