Desconozco cómo funciona esto del devenir de la historia.

Nunca he creído que fuera solo una suma de casualidades. Pero a quien quiera que sea que le haya tocado diseñar los tiempos de este siglo XXI le está quedando un trabajo desastroso. Claro que si echas la vista atrás, quizá aún es menos malo que los anteriores. En todos, la inhumanidad ha sido superior a la humanidad. Una y otra caminan de la mano, son como dos caras de la misma moneda, pero la historia demuestra que la primera tiene muchos más boletos ganadores que la segunda siempre. No sé por qué y la Antropología que devoré de estudiante tampoco me lo aclaró. Y ahí seguimos. De hecho, este siglo XXI tal y como va sonando me trae al oído el inmenso tango Cambalache.

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil, también (...). Premonitorio de lo que llegaría en el XXI. El siglo empezó con la juerga inmobiliaria y financiera, los cambios en el modelo monetario y la transformación del sistema capitalista hacia la acumulación de capitales en los mercados como sustituto de la economía de producción y trabajo. Un todo vale en el que lo mismo tiene valor el oro que la comida, el petróleo o el gas que la vivienda o las criptomonedas que la educación, las grandes masas forestales o el hielo de los polos o el agua de la inmensidad de los mares y ríos de la Tierra.

En definitiva, el dinero comenzó el siglo XXI asaltando las necesidades mínimas de vida de miles de millones de personas y especies como negocio. A la euforia inicial le siguió la crisis de 2008 que se redobló en 2011 y una década más que sumar a la historia de inestabilidad social, explotación sexual, guerras por intereses económicos y terrorismo religioso, fanatismos étnicos, hambre y millones de desplazados. Ya sé que estos temas en el debate ideológico de estos días son demagogia innecesaria y fuera de lugar. Mientras, el autoritarismo asaltaba los valores de la democracia y la democracia derivaba hacia el autoritarismo. El derecho y la legalidad internacionales fueron enterrados años antes por eso que se llama ahora geopolítica. Además apareció la pandemia mundial del coronavirus y un cambio climático que avanza adviertiendo de consecuencias catastróficas. Y en el nuevo episodio del siglo XXI... a un mundo con más de 40 guerras y conflictos violentos se le suma la invasión ilegal de Rusia de Ucrania a las puertas de Europa. De esta agresión, también inmoral, hay que escribir más despacio.

La cosa está ahora para consignas y trincheras. Ya dije que no tengo conocimientos para formar criterio y opinar ni de sus causas objetivas ni de sus consecuencias finales. Que Putin es delincuente muy peligroso lo sé de siempre y nunca le bailé el agua. Por eso me quedo tranquilo, porque ahora han aparecido un inmenso número de plumillas, columnistas, tertulianos y expertos que ya aclaran la verdad oficial para las audiencias de este lado o del otro. Yo siempre he sido del bando, si he sido de alguno -ya que son tiempos de banderías-, de la democracia y los derechos humanos y, con mayor o menor fortuna, no me he bajado de ese tren, y veo ahora que mucho de los que imparten doctrina no lo han sido ni de una ni de otros. Por eso también me quedo intranquilo y vuelvo a escuchar Cambalache.