l martes día 5 de abril se celebra el Día Internacional de la Conciencia. Efeméride promulgada por la ONU en 2019, para promover una conciencia global en el mundo, más allá de acuerdos políticos o económicos, recordándonos la necesidad de crear condiciones de estabilidad, bienestar, relaciones pacíficas y amistosas, basadas en el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos también en el ámbito individual, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión.

Todo esto está muy bien, pero la realidad desgraciadamente está muy lejos de ese desiderátum. Vivimos sin tiempo para nosotros, instalados en la futilidad, la prisa y la atención muchas veces insana e inadecuada de las tecnologías, las redes, etc. Somos víctimas de la sobreinformación de baja calidad. Se ha instalado un infantilismo inconsciente y una pérdida de la voluntad y del dominio mental por parte de los individuos sobre sus sentidos.

Los seres humanos tenemos la capacidad de reconocernos a nosotros mismos; teniendo conocimiento y percepción de nuestra propia existencia y de nuestro entorno. Debemos mejorar mucho para lograr que la conciencia, asociada a la actividad mental, sea real, para que volvamos a tener el dominio sobre nuestros sentidos, sobre todos ellos, no sobre algunos.

Podemos describir la conciencia como aquella facultad humana universal que permite a la persona comprender el sentido de los actos propios y ajenos, emitiendo juicios éticos sobre ellos.

La promoción de la paz resulta un mensaje que necesitamos más que nunca en estos tiempos convulsos que pensábamos que no volveríamos a vivir otra vez. El flagelo de diferentes crisis y guerras en el mundo es abrumador.

Parece mentira, pero el concepto de la cultura de la paz surgió, como tal, en el Congreso Internacional sobre La Paz en la Mente de los Hombres, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura organizó en Côte d’Ivoire en julio de 1989. Desde entonces se considera que la promoción de una cultura de paz es un objetivo trascendental para la comunidad internacional. Así debe ser.

El preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que todos estamos dotados de conciencia y tenemos la libertad de ejercerla, y además afirma que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y proclama como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”.

En definitiva, sus principios rechazan la violencia y procuran prevenir los conflictos mediante el diálogo y la negociación, garantizando el pleno ejercicio de todos los derechos, y proporcionando los medios para participar plenamente en el proceso de desarrollo de la sociedad. Queda en evidencia lo lejos que desgraciadamente estamos todavía de conseguirlo.

Desde ámbitos como la educación, la cultura, la información o las ciencias debemos contribuir a hacer surgir una conciencia individual y colectiva en la humanidad, promoviendo la comprensión mutua a través de la diversidad de las culturas.

Las Ikastolas de Navarra se suman a esta efeméride haciendo suyas las consignas de la UNESCO, fomentando entre su alumnado la toma de conciencia ambiental, la comprensión de la urgencia de replantear nuestra relación con el mundo natural; así como la Ética de la Inteligencia Artificial que subraya la necesidad de conjugar la conciencia y la vigilancia en lo que respecta al desarrollo de las nuevas tecnologías.

El último Real Decreto que regula las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria publicado por el Ministerio de Educación y Formación Profesional el pasado 29 de marzo incluye entre las competencias básicas que debe alcanzar el alumnado, la competencia ciudadana. Esta competencia pretende contribuir a que alumnos y alumnas puedan ejercer una ciudadanía responsable y participar plenamente en la vida social y cívica, basándose en la comprensión de los conceptos y las estructuras sociales, económicas, jurídicas y políticas, así como en el conocimiento de los acontecimientos mundiales y el compromiso activo con la sostenibilidad y el logro de una ciudadanía mundial. Incluye la alfabetización cívica, la adopción consciente de los valores propios de una cultura democrática fundada en el respeto a los derechos humanos, la reflexión crítica acerca de los grandes problemas éticos de nuestro tiempo y el desarrollo de un estilo de vida sostenible acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados en la Agenda 2030.

Tal como decía nuestro filósofo Daniel Innerarity, en su entrevista del pasado domingo en DIARIO DE NOTICIAS, “vivimos en una sociedad contagiosa, que contagia fácilmente debilidad económica, virus, fragilidad democrática y hostilidad bélica”. La paz no supone la ausencia de diferencias y conflictos, es más bien un proceso positivo, dinámico y solidario, ligado intrínsecamente a la democracia, la justicia y el desarrollo de todos, por el cual se respetan las diferencias, se fomenta el diálogo y los conflictos se transforman constantemente por medios no violentos en nuevas vías de cooperación.

Trabajar por la cultura de la paz supone trabajar un conjunto de valores, actitudes, tradiciones y costumbres, comportamientos y modos de vida enfocados al respeto por la vida, los seres humanos y sus derechos; el rechazo de la violencia en todas sus formas; el reconocimiento de la igualdad de derechos del hombre y la mujer; el reconocimiento de los derechos de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información; la adhesión a los principios de democracia, libertad, justicia, tolerancia, solidaridad, pluralismo, sostenibilidad, entendimiento y aceptación entre los diversos grupos étnicos, religiosos y culturales.

El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas