l candidato de la derecha Macron y la candidata de la extrema derecha Le Pen optarán a la presidencia de Francia en la segunda vuelta dentro de 15 días. Macron se impuso por cinco puntos a Le Pen, por encima de unas encuestas que auguraban una victoria más ajustada. Aún así, Le Pen puede contar con buena parte del 7% de sufragios que logró Zemmour con su discurso ultra y racista. En tercer lugar, se situó Jean-Luc Mélenchon, con un 22% al frente la plataforma de izquierda La Francia Insumisa. Una lección clara de las urnas señala que la fragmentación de la izquierda, en buena medida por la pugna de egos personales, ha impedido que Mélenchon llegase a la segunda vuelta por delante de la extrema derecha de Le Pen. Con todo lo que ello supone ahora. Y en el camino, los dos grandes partidos tradicionales, Republicanos y Partido Socialista, han obtenido unos resultados desastrosos con solo un 5% y un 2% de los votos respectivamente que les sitúa en la irrelevancia política. El fiasco socialista se entiende mejor si se recuerda que el ultraliberal Macron fue ministro de Economía en el Gobierno socialista de Hollande, uno de los peores gobiernos en la historia de la V República, que dio el relevo a Manuel Valls, quien acabó por hundir el proyecto del Partido Socialista, pasó por Catalunya para liderar Ciudadanos en Barcelona, que también fracasó, y ahora deambula a la espera de otro chiringuito. Aún así creo que Macron seguirá de presidente, entre otras razones porque tanto Mélenchon como los republicanos y los socialistas han apostado por mantener activo el cordón democrático a la extrema derecha llamando a sus electores a no votar a Le Pen. Y como pequeño consuelo de país, en Iparralde Le Pen fue la tercera fuerza, por detrás de Macron y la izquierda. Pero el riesgo de involución política hacia las posiciones ideológicas de extrema derecha es más que evidente si suman ya más del 35% de los votos. Y el peligro es real porque aunque el discurso de Le Pen ha cambiado el tono y la imagen, su contenido fundamental difiere muy poco del de su padre hace 40 años. Quizá Mélenchon ha sido más ganador de lo que ofrece un tercer puesto inútil, pero la izquierda, que ha sido la opción más votada en el sector de 18 a 30 años y tuvo buenos resultados en las grandes ciudades, tiene mucha reflexión por delante para encontrar un discurso para este siglo XXI. Y vista la confusión instalada en la izquierda europea, parece difícil. Es posible que Le Pen pierda de nuevo, pero suma ya millones de votos con su marca blanqueada de extrema derecha, un cóctel de racismo, proteccionismo y antieuropeísmo que ya gobierna en varios de los estados miembros de la Unión Europea como Polonia o Hungría y que avanza electoral y socialmente en muchos otros. Ayer mismo, mientras Francia apostaba por un cordón sanitario democrático contra la extrema derecha, el PP de Feijóo y la ultraderecha de Vox sellaban el acuerdo político para la investidura de Mañueco como presidente de Castilla y León y la entrada de la extrema derecha al primer gobierno en el Estado. Repensar la UE parece una necesidad ineludible, pero no parece que la reflexión sobre cómo avanzar y hacia dónde ir esté destinada a recuperar sus valores originarios. Lecciones que valen, salvando aún importantes distancias, para pensar Navarra a futuro. Que quizá ya es presente.