o es la primera vez que hablo aquí de docencia. Se trata de un tema que nunca podemos dejar de lado, como no debiéramos olvidar a sus profesionales y el reconocimiento que en tantas ocasiones merecen. Seguro que por el camino una parte ha perdido -o nunca tuvo- esa potente vocación que hace de los maestros uno de los pilares fundamentales en la formación y crecimiento de niños y jóvenes, pero también persisten aquellos que dedican su vida a difundir con tino y cariño las diferentes áreas del conocimiento. Lo dicho, todos hemos pasado por profes de infausto recuerdo o simplemente olvidables y por gentes de mucha categoría y grata memoria que nos cuidaron y guiaron, como Koldo Ansa, profesor de Filosofía del Instituto Alaitz de Barañáin. Ni ha sido ni será el único que ha merecido, ni al que se ha brindado, un homenaje sorpresa el día de su jubilación pero el vídeo en el que alumnos, profesores y personal le dedican un cerrado aplauso mientras camina por pasillos y escaleras hasta la calle lo dice todo. Emociona verle dar las gracias a los que le rodean y contener de malas maneras las lágrimas y aún más emociona pensar en la gran labor que debió realizar durante 30 años para poder un día dejar el trabajo entre el más sincero y abrumador cariño de los suyos.