o soy de esas personas a las que no les dura nada el pintalabios. Por ahí he leído que según varios estudios de la Comisión Científica Europea sobre Seguridad para el Consumidor (FDA), se calcula que una persona que se maquilla habitualmente ingiere unos 0,08 gramos de pintalabios al día y se "come" alrededor de dos kilogramos de barras de labios en unos 68 años. Aún así reincidimos una y otra vez con la intención de tener un aspecto más juvenil, sano y sensual. No es nada nuevo. Pintarse los labios se remonta a la Antigüedad. Cleopatra, por lo visto, era una gran usuaria de los primeros pintalabios, una pasta que se fabricaba con piedras preciosas y pigmentos naturales como la arcilla, la henna o la cochinilla para el tono carmín.

Pues bien, después de 700 días de mascarilla, llega el momento del destape y volver a enseñar labios. Y dientes, granos, pelos, arrugas y mal aliento. No es de extrañar que, al margen de motivos sanitarios, a mucha gente le cueste dejarla. Por no hablar del anonimato que te da el poder cubrir una parte de tu rostro. De hecho la Ley de Seguridad Ciudadana (La "ley mordaza") dice que las infracciones en materia de dicha ley pueden acarrear una sanción más grave si se ha utilizado "cualquier tipo de prenda u objeto que cubra el rostro, impidiendo o dificultando la identificación".

La mascarilla nos protege, pero también nos aísla, así que, ahora que podemos, vamos a vernos las caras mientras podamos, porque no sé a ustedes, pero a mí me parece sospechoso que en China más de 36 millones de personas estén confinadas y cualquiera que dé positivo sea enviado a centros de cuarentena.

¿Es por la estrategia de "cero COVID" o hay algo que todavía no nos han contado?