Desconozco cómo será la cuenta atrás del final del mundo pero no me extrañaría que se pareciera a la del inicio de los Sanfermines. Porque eso de ir tan deprisa en todo tiene lógica aplastante cuando el tiempo apremia. Y eso es precisamente lo que sucede ahora en Iruña y lo que seguramente ocurriría si supiéramos con antelación que este planeta que exprimimos a lo bestia tiene los días contados. Lo cierto es que Pamplona vive ya desde hace un par de semanas la vorágine previa a las fiestas, que irá in crescendo a medida que se acerque el día 6 de julio. Ahora casi todo es urgente. Bien sea terminar la rehabilitación de una casa, pintar los pasos de cebra u organizar un concurso para una decisión tan surrealista como instalar 10 barras adicionales en la Plaza del Castillo. Una alcaldada en toda regla de quien se ha empeñado en acaparar el protagonismo previo a las fiestas y lo ha conseguido, aunque sea a costa de tirar piedras contra su tejado. No sé si este tipo de ocurrencias llevan la firma del primer edil o responden a que está pésimamente asesorado. Pero carecen del mínimo sentido común. ¿Qué necesidad hay de instalar más bares en un sitio donde se cuentan por decenas? ¿Se han parado a pensar que esta decisión achica el espacio de ocio a muchos de nuestros mayores, a los que les gusta disfrutar de la fiesta desde esos bancos de la Plaza que ahora van a estar junto a barracas que nadie ha demandado? Parece bastante evidente que estamos ante otra gamba de Enrique Maya, que lleva bastante tiempo metiendo la pata hasta el hondón sin que se atisbe capacidad alguna de reacción para enmendar la plana en quien, por citar alguno de sus memorables errores, tuvo la osadía de asegurar que abriría la pasarela del Labrit en unos días. La realidad, sin embargo, es muy tozuda y tres años después de aquel atrevimiento, el armatoste sigue cerrado mientras la factura de la reparación ya hace tiempo que superó el coste de construirla. Más allá de estos desatinos del primer edil, la capital sigue su proceso de maquillaje para salir de fiesta mientras los repartidores de cerveza y otros alcoholes no dan abasto. Y eso que todavía faltan 25 días para que comience el lío...