El intento de suicidio de una menor que se arrojó por la ventana de su vivienda de Zaragoza, presuntamente tras estar sufriendo un caso de acoso o bullying por parte de sus compañeras, ha generado conmoción y ha vuelto a colocar en el debate público una realidad, muchas veces trágica, más frecuente y más grave de lo que a menudo indicaría la percepción social de un fenómeno lamentablemente muy extendido. Los datos de un estudio conocido ayer indican que en el Estado español uno de cada cuatro alumnos percibe que hay un caso de acoso escolar en su clase. El informe concluye también que se trata de un fenómeno que está cambiando desde el parón escolar derivado de la pandemia, fundamentalmente en la tipología –bajan las agresiones físicas pero crece el insulto y la imposición de motes a las víctimas– y en que cada vez más se cometen en grupo, lo que aumenta la indefensión frente a los ataques. El reinicio del curso escolar ya con plena normalidad es un momento delicado tanto respecto al comportamiento del alumnado –en muchos casos aún afectado en su salud emocional y mental por el confinamiento y el resto de medidas anticovid– como a la hora de advertir este tipo de agresiones en origen, es decir, el centro educativo. Aunque el suicidio o el intento de quitarse la vida por bullying se produce en casos muy extremos, no es tampoco infrecuente y muestra tanto la gravedad del fenómeno si no se ataja pronta y convenientemente como los límites a los que puede llegar la angustia de un niño o joven víctima de algún tipo de acoso. En este sentido, la puesta en marcha en las escuelas de algunas comunidades de un protocolo para la promoción de la salud mental de los menores tras la pandemia y para la prevención del suicidio pretende incidir en la prevención y detección precoz de los posibles factores de riesgo, entre los que se encuentra el acoso. El ámbito educativo es un territorio clave en estos aspectos. De hecho, uno de cada cuatro alumnos reconoce que ha podido participar en una situación de bullying o ciberbulliing incluso sin darse cuenta. La educación cimentada en valores de respeto a la diversidad y la diferencia y la inclusión y la comunicación son aspectos esenciales para la prevención del acoso, así como la formación e implicación del alumnado, el profesorado, los centros educativos y las instituciones, así como de las familias.