En francés hay una expresión muy interesante, l’esprit de l’escalier (el espíritu de la escalera), que define esa situación en la que en lugar de responder a algo a tiempo te callas y sientes que las ideas te vienen a la mente cuando ya es demasiado tarde. Este término se le atribuye al filósofo enciclopedista Denis Diderot, y la escalera a la que se refiere es la de la tribuna de oradores. Pues bien, yo tuve esa sensación el viernes pasado cuando el señor Remírez vino a la reunión del Consejo Navarro del Euskera a presentarnos el proyecto de Decreto Foral para regular la valoración de méritos en el acceso a puestos de trabajo en las Administraciones Públicas de Navarra. Nos dijo que este texto se basa en la “igualdad de oportunidades” y la “realidad sociolingüística”, y yo siento que perdí la ocasión de decirle que ese “derecho” a ser funcionario, por el que algunos suspiran, no existe y que el objetivo de la función pública debería ser dar un servicio lo más adecuado posible a toda la ciudadanía. Tampoco le dije que la realidad sociolingüística es algo que cambia sin cesar, por lo que deberíamos definir qué tipo de realidad queremos y poner las leyes necesarias para ello. No le comenté tampoco que la zonificación geográfico-lingüística en la época del metaverso, es de lo más desfasado que hay. Ni le dije que esa especie de “derecho” que invocan algunos a vivir en Navarra como si el euskera no existiese, es una pura entelequia. Y no le expliqué que este decreto le da más valor a algunas lenguas foráneas que al euskera, por lo que me parece un absoluto etxekalte, palabra que viene de la unión de etxe (casa) y kalte (daño) y que describe una forma de actuar dañina para el hogar. Una pena.