Dios los cría y ellos se juntan. Los líderes de la ultraderecha mundial han aprovechado el macroevento político de Vox en Madrid para, de manera presencial o telemática, apoyar a Abascal y e intentar dulcificar su imagen extremista (la de todos ellos) para allanar su camino al poder. Algunos de ellos como Giorgia Meloni (Italia), Viktor Orbán (Hungría) y Mateusz Morawiecki (Polonia) ya están instalados en la poltrona e intentan imponer sus peligrosos e inaceptables postulados además de su mensaje antieuropeísta. Miedo da este desembarco ultra –aunque sea vía urnas– en los centros de tomas de decisiones cuando hace apenas unos años su implantación social y política era irrelevante y tachábamos de agoreros a quienes advertían de su efervescencia y de la posibilidad de alcanzar el poder. Trump, ese por el que nadie daba un duro hace seis años en su camino a la presidencia del país más poderoso de la Tierra, también echó un capote por videomensaje a Abascal. Todos con el pecho hinchado de supuesto patriotismo y simplezas populistas manipuladas. Cuidado con estos ultras de nuevo cuño. En España ya han empezado a tocar poder gracias a la negativa del PP a establecer un cordón sanitario a Vox. Y para cortejarle ante su imprescindible apoyo para retornar a La Moncloa.