A lo que se ve, Javier Labairu, de Navarra Suma, concejal delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Pamplona, vive en el polo norte magnético. Allá ha instalado la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona unos contenedores y como el otro día “me fue imposible abrir el contenedor para echar la bolsa de orgánico al final tuve que echarla en el de resto porque fue el que se me abrió. Estuve cinco minutos intentando abrir”. Esto comentó Labairu hace nada que le pasó. Es lógico: si no se te abre tu contenedor de debajo de casa y el más cercano está a unos 1.500 kilómetros o 1.000 millas náuticas pues sintiéndolo mucho lo echas en lo que se te abra. ¿Que se te abre el de resto? Para ahí que van las patatas, el café y las cáscaras de huevo. ¿Que se te abre el de envases? Lo mismo. Ahí, todo mezclado. Cinco minutos, virgen santa. Media vida son cinco minutos. Ya lo cantaba Víctor Jara: la vida es eteeeeerna en cinco minutos. Y el frío, ojo. Claro, ya que había bajado la bolsa no se le ocurrió que la podía volver a subir su domicilio en el polo norte magnético, que las casas serán frías pero amplias. Y esperas y la bajas al día siguiente a ver si el ñapas de la Mancomunidad ha pasado y ya se abre el contenedor. No se le ocurrió. Eso no pasa en Pamplona. En Pamplona hay un grupo de contenedores cada máximo dos minutos andando y en según barrios uno en cada fachada de bloque de pisos, así que solo los rematadamente vagos o directamente los reventadores del sistema –excluyamos a algunos ancianos para los que el trayecto pueda resultar excesivo– son incapaces de no localizar un contenedor correcto y operativo para depositar sus residuos. Si Labairu tuviera la suerte de vivir en Pamplona lo que le pasó no le hubiera pasado. No tuvo más remedio que contaminar con su bolsa el buen trabajo de todos los vecinos anteriores que sí usaron correctamente el contenedor de resto.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
