La última Cumbre del Clima celebrada la pasada en la localidad de Sharm (Egipto) ha pasado sin pena ni gloria. De hecho, con más pena que gloria. Otra nada más que sumar a todas las nadas anteriores. Si el Acuerdo de París ya llegaba tocado a esta cita, su salida si no ha sido la puntilla definitiva al mismo está muy cerca de ello. Si ya era Egipto un lugar más que cuestionable para celebrar una Cumbre en un momento en el que la emergencia climática va a más en todo el mudo, tanto por la falta de respeto a los derechos humanos y la persecución cruel y violenta de cualquier disidencia democrática –un caso muy similar al de Catar con la organización surrealista del Campeonato del Mundo que está en marcha estos días–, como por el indisimulado desinterés del régimen egipcio por avanzar mínimos pasos en la lucha contra la crisis climática en la zona, el resultado final solo ofrece un inmenso fracaso. Apenas unos compromisos en papel para seguir debatiendo en sucesivas reuniones a las que no se pone fecha alguna. Los países más desarrollados y los más contaminantes vuelven a señalar unos compromisos generalistas para mantener el aumento de la temperatura en 1,5 grados, pero sin establecer las medidas mínimas que lo garantice. También asumen la necesidad de sufragar las consecuencias de los costes económicos, industriales y sociales de la reducción de gases –esa que ellos mismos se resisten una vez y otra a aplicar en sus propios estados–, en los países más vulnerables a la crisis climática que son los menos responsables del desastre para paliar sus efectos, pero sin establecer siquiera qué países asumirán esos costes, en qué plazo y tampoco qué otros países serán los receptores de esas ayudas. Un enorme jarro de agua fría. Que, sin duda, continuará hasta que no será necesaria ninguna Cumbre más de este tipo con miles de delegados de 200 países participando para ser incapaces de llegar a unos consensos efectivos siempre. Ya no hay tiempo, mañana menos. Basta ver que ya han elegido a Emiratos Árabes como el lugar de la próxima escenificación de esta inmensa mentira en que se han convertido estos encuentros climáticos. ¿Qué interés puede tener Emiratos Árabes en poner fin a los combustibles fósiles, los principales causantes del calentamiento del planeta?. El zorro en el gallinero. De hecho, de nuevo no ha salido adelante el llamamiento para eliminar progresivamente el uso de todos los combustibles fósiles. Han perdido siquiera la capacidad de disimular cierto nivel de acuerdo para al menos seguir aparentando que algo se hace, que hay interés común en avanzar y que la necesidad de frenar el cambio climático y sus consecuencias es una obligación ineludible de los países y las grandes corporaciones que lo siguen alimentando. Todo es simplemente mentira. Sin sonrojo ni vergüenza.