La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Pamplona, María García Barberena, calificó como un “rotundo éxito” tanto la instalación de barras de bares en la Plaza del Castillo como el resultado de la afluencia de espectadores a los conciertos con DJ’s. Reconoció, eso sí, que “ha habido quejas vecinales y lo estamos valorando” y un problema “de ruidos y orines” que “hay que atajar”. Esta mujer vive en Ganímedes. O más lejos. Lógicamente, ya han reaccionado los vecinos de la plaza del Castillo y han comentado que “no puede considerarse un éxito total algo que el vecindario de la plaza y gran parte de la ciudadanía considera tan negativo. Por supuesto que los miles de jóvenes que acudían a la plaza a divertirse con los Djs, tienen derecho a ello, pero consideramos que la ‘sala de estar’ de las y los pamploneses no es el lugar adecuado para ello”. De igual manera, criticaron las barras: la plaza “no necesita más bares, hay ya 14 alrededor de la plaza, con sus interiores y terrazas, terrazas que en Sanfermines además aumentan claramente su superficie. Y si eso fuera poco, hay otros 54 bares en las calles que la circundan”. Estas dos explicaciones vecinales recogen y resumen a la perfección el quid de la cuestión y no haría falta explicar más, pero es complejo relacionarse con personas y cargos públicos que consideran un éxito que la plaza más emblemática de Pamplona esté hasta reventar de mierda –y de gente, acumular tantísima gente en un solo punto es un fracaso se mire como se mire, cuando se trata de un regidor municipal–, de ruido, de basuras y de un vecindario atónito ante la vuelta de tuerca que le ha dado UPN a este lugar tras haber cerrado el punto que era la cuesta del Labrit. ¿Qué hay de verdad tras este tinglado, qué razones reales hay para cerrar Labrit y abrir plaza del Castillo, qué ha ocurrido? Quizá la oposición nos pueda algún día aclarar estos dilemas.