Una que no es muy futbolera pero que disfruta de la pasión de quienes le rodean y lo son se muestra estupefacta con los resultados de este Mundial y me gusta comprobar que en el terreno de juego sea hace justicia poética. Croacia ha pasado a semifinales, Argentina ganó a Países Bajos que ha quedado fuera de la carrera por el título, y Túnez empató con Dinamarca. Selecciones como la de Marruecos está siendo la gran revelación tras imponerse a Canadá, a Bélgica, a España (por todos los muros que ha levantado y los muertos en la valla de Melilla) y a Portugal. Decía un compañero que nunca había conocido a tantos marroquíes juntos en Pamplona celebrando su victoria. Una comunidad que permanece casi oculta a nuestros ojos. Lo que es indiscutible es que los países con equipos más potentes pierden a sus grandes estrellas en esta contienda. Francia colonizó Marruecos para explotar sus recursos pero cometió el error de enseñarles a jugar a fútbol. El ejemplo es el París Saint Germain con la presencia de jugadores como Achraf Hakimi. Su penalti para que Marruecos pasara a cuartos se celebró en una tetería de Getafe donde el joven futbolista dio sus primeros pasos. O el croata Luka Modric, hoy delantero del Real Madrid, que marcó un gol en la tanda de penaltis ante Brasil. Él y su familia fueron desplazados durante la Guerra de los Balcanes también en el corazón de Europa. Lo dicho, me encanta ver sorpresas en este mundial de la vergüenza.
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