Merece la pena analizar la imagen de la puesta en escena que eligió UPN la tarde del lunes para dar la estocada final a Navarra Suma y anunciar que emprende una nueva vida en solitario. No es desde luego la que habitualmente ilustra la presentación de un nuevo proyecto. La estampa es un puro despropósito. Aparece Esparza rodeado de su ejecutiva en una pose típica de velatorio. Ahí están todos como de funeral, cabizbajos, con rictus serio, mirada entre perdida y huidiza y, sobre todo, pensativos. Transmiten la sensación de no tener muy claro ni el paso que están dando ni el mínimo convencimiento de que lo correcto sea seguir al líder que hace menos de cuatro años les vendió la idea de que era necesario unir a la derecha con argumentos muy similares a los que utiliza ahora para defender lo contrario.

En definitiva, como tarjeta de presentación la mencionada puesta en escena es demoledora. Lejos de vender ilusión, transmite dudas y al destinatario se le queda la sensación de estar frente a un grupo debilitado que no sabe a qué carta quedarse y temeroso de que la noche electoral se arrepienta de lo que acaba de hacer.

En el fondo, seguramente la ruptura tenga menos consecuencias de las que algunos piensan. Más allá de anticipar la extremaunción al moribundo Ciudadanos, la suma de UPN y PP por separado será muy parecida a la que obtendrían juntos y, salvo improbable acuerdo de los regionalistas con el PSOE, las dos siglas de la derecha unirán sus fuerzas a diario durante la legislatura. Un entendimiento que se mantendrá, pese a que UPN ha vuelto a ser muy poco elegante en las formas. Ya lo hizo en 2008, cuando forzó la ruptura del pacto que había tenido con el PP durante los 17 años anteriores, y lo vuelve a hacer ahora de mala manera. Sin respetar los tiempos, de forma unilateral y sin comunicación previa a quienes todavía hoy son sus compañeros de bancada en el Parlamento y en muchos ayuntamientos, que se enteraron por la prensa de lo que se estaba perpetrando. Y quizás la imagen también refleje algo de mala conciencia por parte de quienes acaban de dar una patada en el trasero a los que contribuyeron con sus votos a conseguir alcaldías. Todo bastante feo. Un cero patatero en marketing.