Cada vez que meto la mano en el bolsillo de un abrigo me aparecen listas de la compra escritas en pos it amarillos. Los pongo en todas partes. Las anoto en cualquier momento, según me viene lo que necesito. Y veo que no cambio mucho de una a otra, que casi siempre apunto y compro las mismas cosas. Que consumo casi lo mismo todo el año, en básicos, carne, fruta, pescado, verdura, aceite... menos en fechas festivas como estas en los que algún extra que otro se cuela entre la leche y el aceite. Hablamos mucho últimamente de la cesta de la compra, de la que hacemos y de lo que nos cuesta, de lo que ha subido todo y del difícil equilibrio que muchas familias tienen que hacer cada semana, y más en Navidad, para poder llenarla. Hace unos días entré al supermercado de siempre a comprar algo de última hora al mediodía, esa hora no recomendable porque con el estómago vacío acabas comprando de más, y saludé en la puerta al hombre que cada día me sonríe al tiempo que me pide una ayuda. Le pregunté si tenía hambre y quería que le comprara algo de comer. Me respondió que sí, que un litro de leche. Así que al entrar lo sumé a mi lista pensando que quizás lo querría para algún menor de su casa. Lo compré y al salir me dijo: ¿el litro de leche? creo que pensando que no lo tendría. Pero sí. Se lo di y sin esperar lo abrió y lo bebió agradecido. Fue solo un gesto. Es poco, pero puede ser mucho para quien realmente lo necesita.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
