Decía Churchill que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué no ocurrió lo que el predijo”. La ironía de uno de los padres fundadores del proyecto europeo es perfectamente extrapolable a casi cualquier tipo de analista y más en los inciertos tiempos que corren. La única palabra que podemos emplear para hacer proyecciones de 2023 es incertidumbre. La realidad es que la UE navega en una suerte de crisis permanente que se inicio en 2009 con la del euro, que continuó con el Brexit, que se agudizó con la pandemia y que ahora tiene en la guerra de Putin en Ucrania, el último episodio de obstáculos para la unidad de Europa. Pese a todo, los 27 tratan de llevar adelante su agenda estratégica y completar en 2024, final de la actual legislatura, sus objetivos de sostenibilidad, digitalización, seguridad y mejora de su posición internacional como tercera vía en la batalla hegemónica entre EEUU y China.

La guerra en Ucrania

No cabe duda que la guerra de Putin en Ucrania condiciona todo el panorama europeo. Lo hace por la unidad y firme defensa de la territorialidad de Ucrania que la UE hace, lo que le obliga a continuar con las sanciones a Rusia y con la ayuda económica y militar a Ucrania, pero también por la crisis energética que el conflicto ha provocado en la Unión. Hemos sobrevivido al invierno de 2022 con garantía de abastecimiento, pero ya empezamos a pensar en los problemas que tendremos cuando el frío vuelva en 2023 y Putin haya cortado totalmente el abastecimiento de su gas. Así las cosas, la clave es saber cuánto durará la guerra. Hemos pasado de creer en una invasión relámpago tomando Kiev y poniendo un gobierno pro ruso, a la hipótesis de un conflicto largo, enquistado, que profundizaría la crisis económica en la eurozona, especialmente, en el motor de la UE, Alemania. Muy difícil hacer predicciones, pues, ahora mismo nadie se siente ganador de la guerra, salvo EEUU, beneficiario a todas luces de la venta de armamento y de la triste imagen que el Ejército ruso están dando en el mundo. Seguramente, en manos de Washington está alcanzar una paz razonable para Putin y para Zelenski.

Presidencia sueca

La presidencia rotatoria de turno ha pasado de manos checas a suecas. La realidad es que el balance checo es eficiente, se centraron en conseguir unos pocos logros realistas y así ha sucedido. El último, el acuerdo sobre el tope del precio del gas. Suecia vive un momento político convulso, nada ajeno al auténtico terremoto que ha producido en una nación históricamente pacifista y abierta, la invasión de Ucrania y la consiguiente amenaza rusa de sus fronteras. De ser adalides mundiales de la paz, a solicitar el ingreso en la OTAN, y de tener un gobierno socialdemócrata con una política de asilo y refugiados modélica, a un gobierno de centro derecha, pero con el apoyo desde fuera de los Demócratas Suecos, eurófobos de ultraderecha. Con este panorama, la presidencia sueca centra su prioridad en la Seguridad. A ellos añade otros tres pilares: Resiliencia-competitividad; Prosperidad: transición verde y energética y Valores democráticos y Estado de derecho: nuestra base. Entre los principales desafíos a los que se va a enfrentar la presidencia es la aprobación de las nuevas reglas fiscales de la UE, es decir, los techos y límites de gasto público de los distintos presupuestos de los Estados miembro. Marzo es la fecha clave para llegar a un acuerdo si queremos que se reflejen en las cuentas de 2024.

El 1 de julio de 2023 la presidencia de turno de la UE recaerá por quinta vez en España (antes en 1989, 1995, 2002 y 2010). El semestre español tratará de aprovechar el momento de ciclo político en América Latina, con gobiernos en casi toda la región de izquierdas, para relanzar el diálogo con la Unión Europea, cuyo hito principal sería la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno CELAC-UE que se pretende celebrar en Bruselas. China ha aprovechado las últimas décadas para afianzar su posición en Latinoamérica como lo hizo anteriormente en África. Su obsesión no es otra que el control de las materias primas necesarias para su producción industrial. A cambio financia infraestructuras y deuda pública en los principales Estados del área. Esta puede ser la postrera oportunidad para los europeos de no perder el tren de la relación con el continente que más similitudes culturales, económicas y de civilización, en su conjunto, tiene con nosotros en todo el mundo. Veremos si somos capaces, gracias a nuestra acción política, de cambiar las incertidumbres por certezas, en el camino de la consolidación de la democracia y la libertad que representa la UE.