Los grandes gurús de la geopolítica y la macroeconomía están dando la puntilla a la globalización. Al menos a su modelo imperante desde hace casi medio siglo. Las turbulencias concentradas en poco tiempo que ha sufrido la humanidad como la pandemia, la crisis energética derivada de la invasión rusa en Ucrania y las persistentes como el impacto del cambio climático y el aumento de las tensiones geopolíticas que desestabilizan las instituciones y golpean sin piedad las bases de la economía han puesto en duda el futuro del término. Al menos como lo conocemos hasta ahora. Los desafíos a los que nos enfrentamos, entre ellos la revolución verde, la tecnológica y una mejor y más justa distribución de la riqueza, exigen cambios a los que el actual modelo no es capaz de dar soluciones. Los actores protagonistas están cambiando: China cede protagonismo económico a India, Rusia se destapa como generador de tensiones internacionales, la UE gana unidad y peso específico internacional, EEUU ve las crisis desde su atalaya de autosuficiencia energética y primera potencia militar y tecnológica, el sur –que también existe– sigue con su sempiterno retraso en todos los ámbitos...Este escenario está dibujando un nuevo orden que puede acabar con la globalización. O instaurar un nuevo desorden global en un mundo cada vez más hostil.