Después de 4 años sin ver un partido de Copa en El Sadar, Osasuna jugó uno frente al Sevilla y la directiva decidió cobrar 10 euros a los socios para, según argumentaron, cubrir los gastos de abrir el estadio y las primas de los jugadores. Los socios, ante unos cuartos de final a cara o cruz, respondieron como lo que suelen ser, unos titanes, y acudieron en masa. La cifra recaudada –unos 150.000 euros, supongo– cubrió esos gastos y el pase a semifinales palió la relativa molestia que tenía la hinchada ante el hecho de tener que haber pasado por caja.

Tanto socios como Osasuna firman un contrato con unas condiciones al iniciarse cada campaña y los socios saben que estos partidos de Copa te los puede cobrar el club, que está en todo su derecho de hacerlo. Los abonos no incluyen la Copa y punto. Sin embargo, tampoco los abonos incluyen lo que es capaz de ofrecer el socio y El Sadar no ya solo en partidos de esta clase sino en toda la temporada. Y, si me apuran, lo que ofrece el aficionado de la ciudad y del paisanaje a lo largo de todo el año: un apoyo prácticamente integral y ciego, salvo si se demuestran casos claros de falta de profesionalidad. Se cansan de repetirlo los jugadores que vienen de fuera, muchos de los cuales –o bastantes– cuando se retiran siguen viviendo aquí. La afición de Osasuna, como dijo en una gran frase el portero Aitor Fernández, “no va a ver los partidos, va a jugarlos”. El aficionado de Osasuna, por tanto, es una pieza fundamental. Comenta el directivo Piquer que de cara a la ida de las semis ante el Athletic no saben aún si cobrarán o no y que caso de cobrar sería para la misma idea: cubrir gastos y primas. No sé, no me meteré en casa ajena, tampoco creo que 10 euros o similar sea una cifra, pero es más el detalle, casi como un premio a una afición que, con sus cosas, ha mostrado en los últimos casi 10 años un apoyo inquebrantable.