Durante este mes de febrero se puede ver en el Archivo General de Navarra una microexposición de documentos relativos a la Peste Negra que asoló Europa hace 675 años.

En 1348 la peste bubónica llegada de Asia entró en Europa a través de los puertos italianos (como el COVID). Se extendió rápidamente y para la primavera ya había llegado a Navarra. Se trataba de una enfermedad propia de los roedores que pasaba a los humanos a través de las picaduras de las pulgas de las ratas. La infección provocaba hemorragias bajo la piel que daban un color negruzco a los enfermos, que morían sin remedio. En una población hambrienta que había sufrido malas cosechas durante años, la mortalidad fue escalofriante. Se calcula que pudo desaparecer la mitad de la población navarra, incluida la reina Juana II de Evreux. Además la peste volvió a extenderse en diferentes oleadas a lo largo de varias décadas.

Esta lucha contra la Peste Negra se considera el principio de la sanidad pública, pues es entonces cuando se sentaron las bases de la higiene urbana, de la colaboración sanitaria internacional y de la investigación médica. Una sanidad pública y universal que ahora algunos médicos parecen no valorar demasiado por aquí. No hablo de los médicos en general, sino de esos pocos profesionales del Sindicato Médico centrados en pedir un jugoso aumento de sueldo, que les quiten la exclusividad, pero no el complemento de 800 euros, y que les alivien las cargas de trabajo, imagino que para llegar más frescos a sus consultas privadas. De acuerdo que hay que mejorar las condiciones laborales de todos los trabajadores, pero de ahí a poner la pasta por encima de todo va un buen trecho. Todo esto apesta.