A buenas horas

“En la España actual, una ley de aborto de plazos es correcta y constitucional”, proclamó ayer el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, después de conocer que Tribunal Constitucional había tumbado el recurso de su propio partido a la ley sobre interrupción del embarazo que aprobó en 2010 el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Y no sabe uno si agarrarla llorona o descuajeringarse de la risa ante una afirmación que, como poco, nos obliga a preguntarnos si para este viaje hacían falta semejantes alforjas. Nos viene a decir con todo su desparpajo el mandarín de Génova que estos casi trece años de vueltas y revueltas a la noria han sido una descomunal pérdida de tiempo y de energías. Queda en agua de borrajas aquella inolvidable foto de Federico Trillo en compañía, entre otros, del no mucho tiempo después laminado del PP oficial Santiago Cervera —cómo me gustaría saber lo que piensa el navarro— caminando en plan Reservoir Dogs tras haber registrado el recurso en el icónico edificio de la calle Domenico Scarlatti de Madrid.

La ideología importa

Para abundar en materia digna de reseña, como bien apunta el editorial de este diario, la decisión del órgano de garantías llega menos de 24 horas después de que en el Senado se validase la reforma —que no nueva ley, ojo— de la norma que ahora ha quedado avalada. O sea, que es más una autopsia que un diagnóstico o un tratamiento. Eso nos habla de la vergonzante lentitud del TC a la hora de resolver sobre cuestiones básicas que afectan a la vida cotidiana de las personas. En otros casos, como vimos hace un par de meses con la votación en el Congreso de la ley sobre su propia renovación, se dan mucha más prisa. Y tampoco puede pasarse por alto otra obviedad: el dictamen, que solo es un preámbulo a la espera de una nueva ponencia y sus posteriores debates y votación, se ha producido en cuanto los magistrados llamados progresistas han accedido a la mayoría del tribunal. La ideología sí importa. Vaya que se importa.

Aprendizaje

Se podría dar por bien empleado todo este folletín político-judicioso si sirviera como aprendizaje de cara al futuro. Y para ello, bastaría acogerse al espíritu de las palabras de Feijóo que entrecomillaba al principio de este texto. Es del todo respetable que haya posiciones diferentes sobre la interrupción voluntaria del embarazo, pero resulta evidente que hay un consenso social mayoritario y transversal sobre su condición de derecho de la mujer y sobre los requisitos que han de cumplirse en su práctica. No parece tan difícil de asumir.