Al parecer le han dado un carro de Oscars a una película que el 99% de las personas que la ven no solo no la entienden sino que la aborrecen e incluso pueda ser que pasados los años la odien.

No la he visto, así que poco puedo aportar a ese debate concreto, pero hay una cosa obvia: el arte no hay que entenderlo, de hecho buscar ese objetivo es en sí mismo el mayor error de base que podemos cometer al enfrentarnos a él. Está la obra de arte, estás tú y lo que te provoca. No hay más, tampoco menos.

Eso sí, una vez entendido que no tienes por qué entender nada es obvio que si lo que te provoca es hastío, desasosiego y repulsa pues efectivamente la supuesta obra de arte a la que te has expuesto es para ti una mierda pinchada en un palo. Lo mismo pasa en el resto de las artes ante las demás obras de arte –o supuestas obras de arte, claro–: tu reacción es lo que cuenta, por mucho que, lógicamente, el talento, conocimiento y capacidad de explicación de muchos críticos es magistral.

En este mismo periódico, por ejemplo, yo pienso que muchas veces es mejor leer la crítica del maestro Juan Zapater que la propia película. Y en bastantes seguro que no me quedaré muy lejos de poder afirmar que será cierto. Esto es: el crítico te sirve para guiarte antes de que vayas o, si has ido antes de leer nada, para corroborar o no lo que has visto u oído.

Con algunos llegas a tener tal relación de confianza en su juicio que juegan el papel de barrera: eres capaz de no ir si lo que te dicen te echa para atrás. O, al contrario, muy capaz de ir. Te fías del crítico a ojos cerrados, a fuerza de años y décadas diseccionando películas y emociones a través de sus ojos y mente, sabiendo que cada cual, claro, tiene sus gustos y tendencias. Yo lo que no entiendo es el mundo. Le pido desde aquí a Zapater que amplíe su campo de critica hasta ahí, a ver si nos puede dar algo de luz.