Nunca pensé que la negociación policial podría resultar tan determinante ante el mayor de los conflictos humanos que no es otro que enfrentarse a uno mismo y decidir acabar con todo. No ver salida. Personas con depresión, arruinadas, que se quedan en paro, a la que ha dejado su pareja, que no se hablan con su familia... las situaciones de desesperación pueden ser infinitas. Tres horas al teléfono empleó la agente foral encargada de negociar este fin de semana. Fue con un hombre que vive en un pueblo de la Merindad de Sangüesa; salió de su domicilio cargado con una escopeta y varios cartuchos dispuesto a quitarse la vida lo que alertó a la familia. Parece sencillo, darle bola, pero antes de abordar a una persona dispuesta a todo hay que tener toda la información necesaria (muchas veces se habla con el personal médico o psicólogos que tratan a la persona con un problema) y para eso es importante trabajar en equipo. Lo sabe bien Miguel Ángel Vicente, jefe de negociadores de Policía Foral, un equipo de ocho personas que ayer actuaron de libro. “Es importante ir paso a paso, intentar que la persona se sienta comprendida; lograr que se desahogue. Hacerle entender que acabar con la vida es una solución definitiva a un problema que normalmente es temporal, más pequeño de lo que creemos. Es bueno aupar a esa persona poco a poco, hacerle ver que merece la pena vivir, que ha tenido otros logros personales y que le queda mucho que aportar a la sociedad”, señala. A partir de ese momento de control sobre quien se siente vulnerable llega el golpe de persuasión final. Vicente reconoce que vivimos más solos y solas que nunca pese a estar conectados las 24 horas. No hace falta vivir situaciones extremas para entender que la sociedad actual no arropa. No expresamos nuestras emociones y problemas. Necesitamos héroes de carne y hueso, alguien que nos escuche cuando sufrimos.
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