La política se sustenta en las matemáticas, en el cálculo. ¿Que hacen los políticos sino estimaciones de sus posibilidades de alcanzar el poder pergeñando el cómputo conveniente para lograr mayorías? ¿Qué es la Ley D’Hont que otorga la representatividad? ¿Por qué les ponen tan nerviosos esos decimales con los que juega Tenzanos –cocinero de las encuestas del CIS– y que redondea arriba o abajo, como el tendero de un puesto del mercado, para complacer a quien le paga? Detrás de cada discurso, de cada promesa lanzada al viento, hay una ecuación ya definida. No resulta extraño que Yolanda Díaz llame Sumar a su proyecto político. Tampoco que la respuesta del vocero del PP, Elías Bendodo, haya sido tan absurda como decir que la izquierda no suma sino que resta. Olvida que su partido, integrante de Navarra Suma, no solo ha restado sino que ha dividido a las fuerzas de derechas –hago cuentas y me llevo dos...– complicando la aritmética de la composición del próximo Parlamento foral. Tanta operación en esta fragmentación de bloques acaba por multiplicar las dudas del electorado, cada vez más convencido de que en esta lucha por el poder su papel es el de hacer de número primo.
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