En tarde de amplia generosidad de pañuelos, tanto en los tendidos como en la presidencia, la penúltima corrida de los Sanfermines finalizó hoy con la salida a hombros por la Puerta del Encierro de Fortes y Fernando Adrián, aunque para lograrlo los méritos de cada uno resultaran muy distintos.

De hecho, las dos orejas que le dieron del quinto a Adrián -el único torero de a pie en conseguirlo hasta el momento en la feria- fueron claramente excesivas a tenor del escaso nivel de de la faena que le hizo al mejor de los de La Palmosilla, un hondo ejemplar que, aunque medido de fuerzas, tuvo el rimo y la profundidad de embestidas que faltó a varios de sus hermanos.

El torero madrileño, que no había logrado asentarse con el pegajoso segundo, tampoco se afirmó demasiado con éste, que comenzó a galopar desde que le abrió el trasteo con dos cambios de rodillas en los medios y ya no dejó de hacerlo durante un largo e inconcreto muleteo, irregular en el planteamiento y casi siempre sin abarcar ni gobernar con temple sus dúctiles embestidas.

No fluyó el toreo durante una primera parte de faena de poca consistencia, tras la que Adrián recurrió a unos efectismos que resultaron embarullados por la misma falta de mando, hasta que, sin acabar de sacarse al toro, llegó una aparatosa y dura voltereta de la que salió ileso el matador y que, solidariamente, acabó de poner a público y peñas a su favor para conseguir para él ese exagerado doble trofeo.

Realmente, también Fortes contó con un tanto de generosidad para llevarse de cuarto el que ya era el segundo trofeo que le abría la puerta hacia el vallado del encierro, solo que la actuación del malagueño resultó mucho más sólida y meritoria, contando además con que sorteó el lote más deslucido y de mayores complicaciones.

En ese sentido, también tuvo más base su faena al que abrió plaza, al que saludó con un lucido farol a portagayola justo cuando la tormenta comenzó a desatarse sobre Pamplona, para continuar con un quite por tafalleras y, directamente, con una templada apertura de faena de rodillas en el tercio, momento en el que el toro comenzó a gazapear y a quedarse corto.

Aun así, Fortes siempre buscó asentar las zapatillas con firmeza para ir salpicando, pese a la poca entrega del fino ejemplar, muletazos de trazo y enjundia, imposibles de ligar ante la defensiva respuesta de un animal al que mató a la primera bajo el sonido de los truenos.

Ya con el cuarto, el torero de Málaga intentó centrar la atención del público durante la merienda con un peculiar inicio de faena sentado en silla, momento en el que a su vez el toro, noblote, comenzó a blandear y, de inmediato, también a rebrincarse y calamochear. Fue así como cuando le dio espacio y pausas pudo sacarle, de dos en dos, los mejores naturales de la tarde, siempre con esa voluntad de aferrarse a la arena, antes de una estocada caída y de la concesión de esa segunda oreja de menor valor.

Tampoco tuvo demasiado la que, con la tarde metida en derroches, le dieron a Ginés Marín del muy hondo sexto, que acabó rompiendo a embestir con la buena brega de Joselito Rus, y especialmente por el pitón izquierdo.

El torero extremeño, técnico y pulcro, le ligó muchos muletazos, con el de La Palmosilla yendo a más en la larga faena, solo que sin el necesario punto de fibra y ajuste para llegar a mayores cotas, tal y como le había pasado antes con el también más que potable tercero, desde que comenzó a pasarlo sentado en el estribo hasta que el voluminoso castaño acabó por volverle grupas sin haber apurado las claras opciones que le ofreció hasta entonces.