Es cuestión de fe, esperanza y caridad. Fe absoluta en la habilidad, esperanza sensata en el acierto y caridad, más vale, por nosotros. Tengo un amigo que cree en los gremios ciegamente. Llama al electricista para esa bombilla que parpadea o que se apagó y no hay modo de desatraparla, al fontanero con esta cisterna que sisea, qué decir para colgar unos cuadros o apañar una estantería o repasar esa pared con una mano de pintura. Le alabo su actitud cautiva de sus asumidas propias carencias, de entender que los demás saben más. Para revisar algún dolor lo único que se puede hacer es ir al médico, añade. No entiende el mantra de los nuevos tiempos cuando oye “todo está en Internet”. Mucho sentido común es lo que tiene. No hay que sentirse un Indiana Jones de las reparaciones, como tampoco un descreído sobre los remedios para todo, pero es preferible uno del gremio al frente de las operaciones que varios advenedizos mirando YouTube y hablando como telepredicadores. “Hay que hacer caso al que sabe, al que le llega nuestra preocupación y responde y remedia”, dice. Esto es la vida.

Los límites biológicos y físicos de la Tierra, situación desde la que el planeta éste dejará de ser un lugar seguro y habitable para la vida humana, están siendo rebasados por las alteraciones que causa el hombre. La sobre explotación de los recursos está poniendo contra la pared la capacidad de la Tierra para sobreponerse y seguir proporcionando soporte vital y servicios esenciales ambientales. Esto lo dice un equipo de 40 científicos en un estudio publicado en la revista Nature, una prestigiosa publicación en la que se ponen cosas serias, de personal preocupado y que sabe. Esta es la noticia de la semana y probablemente la de mucho tiempo.

El diagnóstico del enfermo es claro: nos hemos hecho unos expertos en destrozar el planeta, pero no se ve un solo científico en los foros donde se trata de estos asuntos serios que tienen que ver con dónde vivimos, dónde vivirán los nuestros y los otros. Por ejemplo: PP y Vox decidieron en Andalucía a principios de semana excluir a los mayores expertos en Doñana del listado de comparecientes en el Parlamento de allí. Bonilla quiere ampliar regadíos en el entorno del Parque Nacional en contra del criterio de los científicos, de la Comisión Europea y la Unesco. El viernes han echado marcha atrás y han decidido escuchar a los que saben –biólogos, gestores ambientales, expertos en hidrología–. Siempre tarde, el desierto se extiende. Hay que ver con los gremios.