Sin complejos. Con la más absoluta normalidad, el PP de Feijóo ha abierto de par en par las puertas del poder institucional a Vox. Ha comenzado en la Comunidad Valenciana y ahora vienen Aragón, Baleares y Extremadura y decenas de ciudades más. Sin más, por comparar con las idas y venidas y el baile de la conga en el que deambulan los acuerdos por aquí en Navarra. Sonrojante por la política de los prepotentes. Y lo ha hecho cediendo a la ultraderecha buena parte del poder clave para el proyecto de involución neofranquista, uniformador, racista y machista que representa. El infantilismo del texto que recoge el pacto valenciano entre PP y Vox ha copado las reacciones de las izquierdas españolas con pretendidas descalificaciones de superioridad. Pero es lo contrario, no es un simple corta y pega del Rincón del vago, es un auténtico acuerdo político que abre de par en par el camino para hacer lo que les salga de los huevos. No ver eso es no haber visto que esa misma extrema derecha ya ocupa el poder en la gran mayoría de Europa con la misma agenda que parece un compendio de banalidades, pero que en realidad es, y está siendo de hecho de hecho, un profundo programa político de regresión antidemocrática con una ideología reaccionaria de bases autoritarias. De la UE apenas resisten malamente Alemania, una Francia en profunda crisis social, Bélgica en un tinglado político permanente, Portugal y el Estado español, que más allá de lo que ocurra el 23-J ya camina en muchos territorios hacia ese mismo camino. Vox está para marcar la agenda política y mediática, que es lo que ya está haciendo sobre todo desde 2015, y a partir de ahí influir en la deriva de las instituciones. Es por ahora el Macguffin de las películas de Hitchcock. La zanahoria que tira del burro. Catalunya fue la excusa para abrir las jaulas a la extrema derecha y a partir de ahí, los mismos poderes del Estado oscuro y las elites que pusieron en marcha Vox en la política española decidieron seguir alimentándolo con el objetivo claro de asaltar la Moncloa. Pero no es un instrumento circunstancial.
Feijóo justifica sus pactos con Vox basándolos en que "mucha gente ha votado” a la ultraderecha
Las curvas por las que circulan las derechas, incluido ese mirar para otro lado cómplice de UPN –solo lo ha podido hacer con Vox en San Adrián, pero lo ha hecho también sin complejos contra el PSN–, son muy peligrosas. Y también lo serán para la Navarra real de este siglo XXI si llegan hasta aquí. Hay, además de los prepotentes, otros dos malos asesores en la política si pillan los mandos. La política de los acomplejados, siempre más mediatizada por los miedos al ruido interno o externo que por la fortaleza política de su legitimidad democrática, convicciones ideológicas o compromiso institucional. El miedo es una mala sombra llena de complejos que acaba generando frustraciones. Y la política de los puros, de quienes están convencidos que solo a ellos se les abrirán las puertas de los cielos porque creen estar ungidos por las verdades absolutas y saber siempre que se debe hacer y que no se debe hacer. El cuanto peor, mejor, es el destino inevitable de ambos caminos. Pero la política real, la que necesita y demanda el ciudadano y para la que ha votado claramente la sociedad en Navarra, no va de acomplejados ni de puros. Ni de galgos o podencos. Esa fábula no acaba bien y su final no tiene vuelta atrás para los conejos protagonistas.