Parece que hay que hablar de las tardes de sol y los toreros, que la fiesta está marcada por un cartel fantástico de grandes figuras. Y además comienza la era Lisci, un asunto de pelotas, perdón, balones, que oéoéoé. Y que siga la fiesta.
Pero ahí fuera la corrupción campa a sus anchas, la vivienda es un lujo y no un derecho social, las guerras, en plural, siguen, y quien tenga trabajo que lo conserve, que, en este Estado, país, o reino, como prefiráis, tener uno digno es un privilegio al alcance de muy pocos, casi como lo de antes: tener casa en propiedad. Pero el ayuntamiento, el gobierno o quien sea que esté al mando del timón, nos prometen el reino de Fierabrás, o la ínsula de Barataria y compramos entradas al precio que sea que nos pidan. Pues te piden que dones un pulmón, y todo el hígado y aceptamos, sin darnos cuenta de que es muy peligroso quedarse sin hígado. Pero una vez que firmas, en fin, que has firmado. Y que llegue el fin de semana. Porque seguirán los mismos ladrones, corruptos y dicharacheros asegurándose su hueco en el Palacio. Palabra. Porque cambiarlo todo solo depende de nosotros, pueblo. Pero hay que sentir la tormenta y encararla. Y esto brilla por su ausencia.
En fin, muchachos, sigamos de fiesta y si hay que hacer un sudoku, que me lo pongan fácil. Así que dices que revolución... Pues perdona, ni en festivos, ni en vísperas de fiesta, y mucho menos en días de labor, que hay que cosechar. Y así nos va, y así os lo cuento.