Me gusta, pero me cuesta escribir de Osasuna. Los adjetivos, ya tengan connotaciones positivas o negativas, siempre tienden a volar muy alto. La UEFA le quiere echar de la Conference League, competición en la que Osasuna se ganó el derecho a estar presente en el campo de juego y en las gradas y calles, por su supuesta participación, directa o indirecta hace casi una década, en el presunto amaño de un partido contra el Betis. Siempre he defendido que no hubo tal amaño, pero a la UEFA los hechos objetivos le dan igual. La UEFA, como la FIFA, el COI y otros grandes organismos nacionales o internacionales que dirigen y controlan el inmenso negocio en que se ha convertido el deporte en todas sus variantes imaginables son chiringuitos de poder y dinero en los que la corrupción forma parte de su misma esencia. Basta ver el devenir histórico de la Federación Española de Fútbol y comprobar la salida por patas y por la puerta de atrás de todos sus máximos dirigentes desde los viejos tiempos de Pablo, Pablito, Pablete Porta. Que Rubiales arremeta ahora contra Osasuna no es sino un signo más de ese infumable mundo en que se navega el fútbol de elite, y no tan de elite, en el Estado español. La Liga de Tebas y la Federación de Rubiales son las dos caras de una misma moneda. Ni uno ni otro van a estar nunca del lado de Osasuna. Sus silencios les señalan como cómplices. Es un club propiedad de sus socios que mantiene, a trancas y barrancas con el arrope y la fidelidad de sus seguidores, algo de la vieja esencia de lo que alguna vez debió ser esto del fútbol. Osasuna no es ni humilde ni modesto. Es Osasuna. Solo el que sabe en lo profundo de su alma roja qué significa ser de Osasuna cada partido entiende el fondo y la forma de lo que es Osasuna. Ni especiales, ni más ni menos. Ni tampoco victimistas. Suma más simpatías por ser como es Osasuna que rechazos –se vió en la Copa en Sevilla–, y los odios en este cada vez más vomitorio mundo de colores y pasiones apuntan mayormente desde las gradas ultras o desde los poderosos medios del imperio deportivo y periodístico. Sobre la actitud del presidente de la Federación Navarra y miembro de la directiva de Rubiales, Rafa del Amo, solo escribo que me es imposible de comprender y me callo lo que pienso. Osasuna hace bien en recurrir a todas las instancias posibles, y si las reales no son suficientes debería inventarse otras nuevas. Seguramente, se completará esta injusticia deportiva y nos expulsarán de la Conference, pero a quien el dedo de la UEFA señale como sustituto –sea el Athletic u otro–, siempre sabrá, y no podrá ocultarse, que estuvo ahí por un hecho impropio de la justicia garantista. Aunque tampoco me engaño, hace mucho que sé que la justicia no es igual para todos. Por supuesto, el Barcelona, implicado en un caso de pago a árbitros, o el Betis que está igual de directa o indirectamente afectado en el caso de Osasuna, no se quedarán fuera de sus competiciones europeas. Solo me queda hablar de Vizcay. Seguimos sin saber las razones de su chivatazo repentino a Tebas. Lo que sé seguro es que no se levantó un día de la cama, vio una luz, se despistó y se cayó, se convirtió de golpe en paladín de la limpieza deportiva –con lo que pesa su mochila de gerente de Osasuna durante años–, y corrió a cantarle la gallina a Tebas. A la mierda. Osasuna nunca se rinde.