Tras la vorágine festiva sanferminera y en pleno arranque del maratón festivo que inundará la geografía foral muchas personas caen en una especie de tedio o cansancio de ánimo originado por falta de estímulo o distracción. Vamos, que sucumben a un aburrimiento descontrolado a la espera de algún acicate que les ilumine en plena bruma de sopor. Son muchos los cuerpos y mentes amodorrados al albur de la canícula, sobre todo si no han disfrutado de unas vacaciones activas o incluso tumbados a la bartola. Hay quien desprecia este estado de ralentización física y emocional, pero también quien destaca su necesidad y la oportunidad de renovación tras dar una oportunidad al intelecto. La continua vivencia de experiencias y momentos apasionantes o eufóricos nos estimula y complace, pero desde aquí hay que reivindicar también ese estilo positivo de perder el tiempo que los italianos definieron acertadamente hace tiempo como la dolce far niente expresión que cobra más sentido en estas fechas estivales. El aburrimiento es fastidioso cuando sucede a una racha de intensas experiencias, pero necesario por lo que supone de cambio, reposo y elemento reflexivo. Así que ante el tedio y el hastío es tiempo de reflexión, creatividad e impulso de nuevos proyectos. Sin olvidar las fiestas, claro.