UPN es el único partido de los que el domingo obtuvieron representación en el Congreso que ha comprometido su voto de manera incondicional a una improbable investidura de Feijóo. Es también el único que se traga el sapo de Vox sin rechistar, después de haber protagonizado una campaña electoral en la que ha puesto de vuelta y media a Sánchez en frenética competición con el PP por ver quién amarraba mejor el espacio de la derecha. Hasta aquí, todo encaja dentro de la lógica de lo que es UPN. Un partido muy conservador que ha hecho de su acomplejado antivasquismo su razón de ser. Sorprende que, con estos antecedentes, Esparza se atreva a ofrecer al PSN un pacto para asegurar la estabilidad institucional y marginar a EH Bildu, que por cierto ha superado en respaldo ciudadano al decaído regionalismo. Una oferta que sólo puede partir de alguien con vocación de funambulista y poco avezado en la aritmética más básica, que no ha reparado en la trascendencia de los seis escaños de la formación soberanista para que Sánchez continúe en Moncloa. Se pueden imaginar cuál ha sido la respuesta de Chivite. Que la propuesta no tiene ninguna credibilidad y que en política la coherencia es muy importante.