Poco a poco, Ibarrola se acerca a los 100 días como alcaldesa y ya ha dejado entrever su manera de entender el ejercicio de la política en su nueva responsabilidad. Una evidente obsesión por la fotopolítica y los saraos institucionales con lo que ella considera la Iruña oficial. De lo que puede ser de interés general para las necesidades de Pamplona, poco o nada aún.

La marcha atrás en el aparcamiento de la calle Sangüesa y la tala de árboles en la Plaza de la Cruz, por el rechazo de vecinos, comerciantes y alumnos y profesores del Instituto, ha sido el primer fracaso. Se saca un conejo de la chistera ahora para disimular el fiasco anunciando una consulta ciudadana sobre el mismo. La ocurrencia, como toda ocurrencia en política, tiene mala pinta. Perpetrar una lista de posibles votantes en función de sus intereses políticos, no tiene recorrido democrático. Tampoco legal. A otra cosa.

Como repuesta a ese fracaso, Ibarrola ha recuperado del cajón de su despacho en el Ayuntamiento el proyecto de urbanización del Paseo Sarasate. El que era la apuesta estrella de UPN la pasada Legislatura y que dejó abandonado Maya tras su incapacidad de sacarlo adelante. Tendrá que ser otro proyecto, si no quiere que vuelva al lugar de los olvidos.

Y le acaba de caer como otra herencia envenenada de su antecesor el varapalo judicial a la imposición de 10 barras de hostelería en la Plaza del Castillo en los Sanfermines de 2022. Según el tribunal, el Ayuntamiento se saltó la obligación de libre concurrencia e incumplió la Ley de Residuos al permitir que esas barras trabajaran sin agua potable suficiente y sin utilizar vasos reutilizables. Un duro fallo judicial que se suma la pifia de una estrambótica idea que no tuvo continuidad este año.

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Barras y escenario de la Plaza del Castillo

Es cierto que asumir la responsabilidad de una alcaldía como la de Iruña con el apoyo de solo 9 concejales de 27 y sabiendo que sobre el sillón pende cada día la sombra de una moción de censura es, cuando menos, un paso incierto con más posibilidades de acumular tropiezos que avances. Pero ese es su escenario de juego. Y no parece que una saturación diaria de fotos de la señora alcaldesa para su mayor gloria recibiendo en su despacho del Ayuntamiento tenga algún interés para la ciudadanía. Una galería de nadas.

En ese contexto, de protocolos y sonrisas, llega ahora la invitación a Felipe de Borbón y Letizia Ortiz para asistir a los actos del 600 aniversario del Privilegio de la Unión que unificó los burgos de Navarrería, San Cernin y San Nicolás. Solo por comentar, en tiempo de Carlos III el Noble, Navarra aún no había perdido esa “prenda de inmenso valor que es su independencia”, como cantó Joselico Jarauta en sus coplas de Monteagudo con motivo de la Gamazada, y el apellido Borbón aún estaba a unos siglos de sentar sus posaderas en el trono de Madrid. Sin mayor interés popular tampoco.

Pero bueno, a algo hay que dedicar el tiempo de la alcaldía. Ibarrola aún no se ha acostumbrado a la política real en que navega su nuevo cargo de alcaldesa de Iruña, aguas turbulentas en su caso que exigen y necesitan de discurso y reflexión política más complicadas que los cómodos remansos de la propaganda y la fotopolítica. De momento, Ibarrola parece una copia de Barcina, una especie de Barcina Bi. Mal camino, si echa la vista atrás. Todo se aprende con el paso del tiempo. Si tiene tiempo suficiente.