La semana pasada un jugador de Osasuna recién llegado al club salió públicamente a los medios de comunicación para pedir perdón a la afición por los errores que había cometido en el partido en el que Osasuna cayó eliminado, muy dignamente, de la Conference League en Brujas. El jugador, tal vez aconsejado por el club o el vestuario, entonó el mea culpa por un par de acciones en las que efectivamente no estuvo afortunado, de igual manera que no parece estar aún en determinados momentos que quizá requiera el exigente inicio de temporada rojillo.

En las redes sociales, durante y después del partido del Brujas, huelga decir que se puso a caldo al muchacho, tanto o más como se hizo con el delantero navarro del Athletic Nico Williams hace unos meses. La verdad: ciscarse en un jugador tuyo porque mete la gamba mientras estás en tu casa o en el bar me parece perfecto, hacerlo de una manera tan a veces cruel en redes sociales, cuando él es el primero que seguro que quiere hacerlo bien y comete el error y no ha hecho ni dicho nada ofensivo me parece que es para hacérselo mirar.

Sé que va con la dinámica del fútbol, que es un vertedero de nuestras emociones y en la mayoría de los casos de las negativas, pero no deja de ser deprimente contemplar que caemos en errores que se ven en otros estadios hace mucho. No sé, aquí siempre hemos chuleado de ser distintos, de apoyar a los nuestros vengan de donde vengan siempre y cuando se dejen el alma por el escudo y de no dejarnos llevar por la urgencia en crucificar a nadie antes de tiempo. Ejemplos tenemos en la primera plantilla actual de jugadores muy criticados y ahora merecidamente admirados. Es obvio que para competir en Primera a nivel máximo hay que dejarse de tonterías y virguerías peligrosas, pero más obvio aún es que si no animamos a los que defienden nuestra camiseta nos da igual esa camiseta que cualquier otra.