“De peluquería en peluquería”

Alguien a mi lado explota al ver a Alfonso Guerra diciendo que Yolanda Díaz va de peluquería en peluquería. “¡Rancio, machista, asqueroso!”, le grita al televisor que reproduce la casposa declaración. Tiene toda la razón, igual que las incontables personas que han criticado con dureza la bravata rebosante de testosterona del individuo. Yo también me indigno, pero no me sorprendo. Primero, porque el carpetovetónico ex número dos del PSOE y del Gobierno español tiene mucha bibliografía machirula presentada... sin que se lo afearan, por cierto, algunas de sus compañeras que hoy ejercen de vanguardia feminista. Y digo que no me asombro porque estamos hablando de alguien que tiene acreditados –en compañía de su amigo recuperado Felipe González Márquez– hechos tremebundos, ya saben a cuáles me refiero. Alguien que participa en grandes tropelías no se va a cortar a la hora de soltar una babosada como la que le dedicó a la vicepresidenta segunda y líder de Sumar.

¿Quién es el desleal?

Por lo demás, si en su larga y oscura etapa en activo, a Guerra se la bufó todo, ahora que se sabe por encima del bien y del mal y que tienen una edad provecta, no va a perder un minuto de sueño por verse señalado en los titulares como un cavernícola de tomo y lomo. Y lo mismo vale para su compadre FG. Ambos llevan ya años y años malmentiendo contra la dirección del partido en el que sigue militando y, en particular, contra Pedro Sánchez, al que anteayer Guerra tuvo el cuajo de llamar “desleal y disidente”. Le puso fácil la respuesta al portavoz oficialista, Santos Cerdán: “Los desleales son ellos”. Ahora hace falta que eso se certifique con medidas disciplinarias, porque echar a Redondo Terreros, incluso con su pedigrí, es fácil. Con esta pareja, la cosa cambia.

Razón de Estado

Por lo demás, la amarga pero reveladora broma de esta operación de acoso y derribo desde dentro es ver a sus protagonistas aclamados y sacados bajo palio por la misma prensa ultramontana que, cuando gobernaban, los tachaban de corruptos y delincuentes un día sí al siguiente también. La mayoría de los plumíferos y opinateros diestros que fueron bautizados en aquellos días por los pelotas de González y Guerra como “El sindicato del crimen” se han convertido hoy en los más entregados forofos del binomio crepuscular. No deja de ser la enésima demostración de que, cuando se pone sobre la mesa la “razón de Estado”, las enemistades irreconciliables y hasta los aparentes odios pasan a un segundo plano. Ya lo hemos sufrido antes.