El intento de investidura de Feijóo partió como un viaje a ninguna parte fallido desde su primer paso, pero el resultado del caminar para el líder del PP ha sido peor. Ha sido inútil. No ha logrado la presidencia, tampoco ha desgastado a Sánchez ni ha conseguido reforzar su imagen pública y su liderazgo externo e interno ante una posible repetición electoral. Este mes previo a esta semana –mañana será la última votación con el resultado igualmente escrito ya en el libro de sesiones–, ha sido eterno para Feijóo. Quizá menos para a quienes le impulsaron a ese camino hacia la nada. Su discurso de investidura fue una diatriba de aliño más propia de perdedor que la propuesta de un aspirante a presidente del Gobierno. Un mes en el que ni Feijóo ni su equipo en el PP han sido capaces siquiera de planificar, organizar y preparar una comunicación de la jornada clave de su investidura. Su discurso fue tan confuso, lleno de contradicciones y de promesas imposibles en consonancia con lo que ha sido y es la acción política del PP en aquellas comunidades y ayuntamientos que cogobierna con la ultraderecha y repleto de falsedades e inexactitudes como lo fue todo su periplo por la campaña electoral del 23-J.
Feijóo consuma su fracaso y se abre la cuenta atrás de Sánchez
Tan innecesario de replicar que Sánchez evitó responderle cara a cara y envió al diputado y ex alcalde socialista de Valladolid Carlos Puente, que salió más airoso del intercambio dialéctico que el candidato Feijóo. Le bastó con poner en evidencia las numerosas debilidades de su intervención y ridiculizar su insistente recurso al postureo y las monsergas pseudopatrióticas como argumentario básico muy alejadas de los intereses reales de la mayoría de la sociedad. La idea estrella de que Feijóo renuncia a ser presidente con una mayoría posible por “dignidad” es simplemente también falsa. Porque nunca ha tenido posibilidad de sumar esa mayoría. En ese imposible Gobierno de Feijóo, los 35 diputados de Vox forman parte inevitable de la ecuación y esa alianza con la ultraderecha solo le dejó abierta la puerta al escaño de UPN y al de Coalición Canaria. La ecuación PP- Vox, que ya gobierna seis comunidades y decenas de ayuntamientos con evidentes consecuencias negativas para la ciudadanía y la democracia, era un obstáculo insalvable para sumar aliados. Feijóo lo sabía desde el principio, pero ni a él ni a Abascal les gusta la actual mayoría democrática salida de las urnas. Es habitual esto en las derechas cuando no gobiernan. Una mayoría que es aún más amplia en Navarra, la CAV o Catalunya y ese es el escenario de juego. Feijóo encabezó la lista más votada, pero no ha sido capaz de sumar los apoyos necesarios en un sistema democrático parlamentario. Luego derrota estrepitosa. No sé si Sánchez será capaz de sumarlos ahora, aunque creo que lo hará y seguirá en Moncloa y otra cosa será lo que tenga luego de vida la nueva Legislatura. Posiblemente, dependerá del alcance de su compromiso y capacidad para resolver los problemas políticos, financieros y sociales que se deriven de sus acuerdos de investidura con los partidos que le tienen que apoyar además de Sumar, el PNV, EH Bildu, ERC, Junts y BNG. Pero lo que sí se puede intuir de esta investidura es el principio del hundimiento de Feijóo. Demasiados errores, mucha inconsistencia y un caminar errático por la insondable y prepotente política de las derechas y sus medios en Madrid en sus pocos meses de liderazgo en el PP.