Cuatro años en lista de espera y no lo sabía. Fernando Domínguez recibió la llamada para repetir en la Consejería de Salud una vez que el PSN se la endosara a Geroa Bai. Su dilatada actividad laboral incluye la cirugía taurina, sector del que habrá aprehendido el valor necesario para saltar a ruedo tan arriesgado. Reincidente en cargo y en propósitos. Los repetidos, por pendientes de cumplimiento. Diagnostica como “inadmisible” la cifra de ciudadanos en listas de espera (en su anterior relato hace ocho años eran “escandalosas”). A su vuelta al despacho –pandemia mediante– se ha encontrado con “máximos históricos”. Deterioro del sistema público. Calmante placebo: La alta satisfacción social con Osasunbidea (8 sobre 10); Navarra, la comunidad con mejores servicios y mayor inversión en Atención Hospitalaria. Triste vanidad. Tratamiento de rutina: jornadas extraordinarias y derivaciones a la privada. Recurrente. Lo fácil. Insuficiente y con descontrol (Comptos). Rentable en imagen para su departamento si las cifras bajan. Rentable para el sector privado: los beneficios suben. El filósofo Taberna, portavoz del Ejecutivo, combatió críticas: “Equilibrio. Los principios hay que contrastarlos con la realidad y conjugarlos con las utilidades”. La ineficacia continuada en la gestión acumula y agrava problemas en un departamento con tensiones estructurales, profesionales y laborales. Y confrontado con sindicatos profesionales potentes. Influyentes. Casi determinantes. Dominguez conoce el percal. También las causas reales de los problemas y las actitudes de los colectivos. No faltan médicos sino que hay que redistribuirlos, dice. El paciente tiene acreditado que es paciente. Los seguros privados rebasan ya el 10%. La Comunidad con menor penetración, pero en crecimiento constante. Sintomático. Dominguez gestionó la reversión de la cocina hospitalaria, privatizada por UPN. A ver cuántos de sus propósitos acaban en lista de espera. Otra vez.