Hola personas, ¿qué tal lleváis este veroño? Esta semana me he dado un rico garbeo que, además de proporcionarme pingües beneficios en mis niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos, me ha servido, en su primera fase, para echar una legañada a un asunto que ya lleva tiempo revoloteándome por el magín y que estos días empieza a salir en los papeles. Se trata del carril bici de la Cuesta de Beloso y el coste en árboles que dicho carril, según está proyectado, conlleva.
Días atrás la alcaldesa de Pamplona levantó el dedo para pedir la palabra en el tema y decir que hay que dar una vuelta a la cuestión porque lo que todo el mundo da por bueno no lo es tanto, y hay que sentarse para ver qué otras opciones hay en las que se puedan dar la mano bicis y árboles, sin necesidad de que estos paguen con su vida, y yo creo que tiene toda la razón. Bueno, casi toda. Me explico.
He bajado la cuesta de Beloso esta mañana y he ido examinando la situación al detalle. En la acera hay del orden de unos 140 árboles, más o menos, y unos 60 alcorques vacíos. De esos ciento y pico ejemplares algunos son muy jóvenes, otros son un poco desgraciados y la mayoría son unos ejemplares adultos, fuertes, asentados y llenos de vida que no se merecen la motosierra.
La acera peatonal, actualmente, discurre entre los árboles y la barandilla y tras esta queda un talud que el proyecto en cuestión piensa sobrevolar con una pasarela que, imagino, irá sobre algún tipo de estructura. El voladizo en cuestión también ocupará, por fuerza, un espacio que hoy en día tiene vida verde. Aquí es donde creo que Cristina Ibarrola se le ha desmedido un poco el dato y es por lo que digo que creo que tiene razón a medias. Y digo que se le ha desmedido el dato porque dice que para hacer dicha infraestructura habría que sacrificar 300 árboles que hay en el talud sobre el que iría la nueva acera y ese dato creo que es exagerado. Veamos. Desde la parte alta de Beloso hasta la entrada a la Ciudad deportiva Amaya lo que hay son arbolillos de muy poco fuste, poco más que maleza, leña, y creo que son más que prescindibles. Una vez pasada la entrada al Amaya, sí que encontramos algún que otro ejemplar de cierto empaque, he visto un tejo y algún pino y a la altura del hotel y de las casas que por allí hay también vemos algo de arboleda a tener en cuenta, pero el voladizo no creo que vuele más allá de dos metros y medio por tanto no sería necesario sacrificarlos todos, ni mucho menos, y llegando al rio encontramos una docena de chopos a los que no creo que afecte la intervención. Empleando la cabeza en el desarrollo del proyecto pocos de estos ejemplares se verán afectados, por tanto el número de 300 que se apunta desde el Ayuntamiento me parece a todas luces exagerado.
Bien, una vez vista la situación actual, veamos la situación futura. Según veo el proyecto pretende talar todo lo que hay en la acera, los ciento y pico árboles, grandes, pequeños y mediopensionistas, en su lugar colocar el ciclo-carril, luego una hilera de árboles nuevos y en el nuevo voladizo la acera peatonal, y… ¿eso, por qué?, ¿por qué no se pueden quedar los árboles donde están, luego el carril bici y sobre el nuevo ensanche la acera? o al revés. ¿Hay alguna razón de peso? ¿O yo soy muy tonto y se me ocurren tonterías? Ciertamente el voladizo, como ya hemos visto, se llevará algún árbol por delante pero siempre será un mal menor, es una cuestión de elegir y de elegir el menor impacto, digo yo. Pero claro aquí las cosas no son aisladas, son ellas y su circunstancia, y su circunstancia es mucha, va mucho más allá de talar o no talar unas docenas de árboles. Resulta que la protesta viene de quien viene y digamos que, para la oposición, la alcaldesa en esto de la ecología está en horas bajas. Tras la marcha atrás del proyecto de la Plaza de la Cruz, ahora ven en esta nueva postura del equipo municipal de gobierno una actitud revanchista, y no la consideran positiva, y entonces, como en esta ciudad si las propuestas vienen de dónde vienen hay que estar obligatoriamente en contra, pues si caen árboles que caigan, y todas las voces que hace unos meses se levantaron clamando por la sabia, las hojas, las ramas y raíces de la calle Sangüesa hoy brillan por su silencio. A mí todos esos tejemanejes del dinero europeo, de que si somos serios o no somos, de que si se firmó o no se firmó, de si donde dije digo, digo Diego y mil consideraciones más me la traen al pairo, a mí lo que me importa es que se busque una solución en la que los ciento y pico árboles que hoy viven tan ricamente en la Cuesta de Beloso lo sigan haciendo. Mal futuro tiene un árbol defendido por un político de derechas. Ya se puede dar por jodido.
Bien, acabada la primera parte de mi paseo en la que pretendo llamar la atención sobre algo que me preocupa, vamos a ver la segunda en la que quiero estrenar algo nuevo de lo que la ciudad dispone.
Llegué a la rotonda de Burlada y bajé al paseo del Arga para bordearlo en dirección Pamplona siguiendo el Camino de Santiago, por él seguí hasta llegar al Lagún Artea, en ese punto tomé el camino que discurre vecino al río, llegué a las huertas de la Magdalena las paseé y sin detenerme mucho alcancé nuestro puente Rey que atravesé camino de mi segundo objetivo del día. Por la calle del Vergel en un santiamén llegué al puente de San Pedro y de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente y así fue, me dejé llevar por la corriente y repetí jugada: los dados de la oca me llevaron al siguiente puente medieval, al gótico de Santa Engracia que atravesé para plantarme en la Avenida de Guipúzcoa y, dejando a mi derecha el neoclásico convento de las oblatas, ayer lugar de recogida de chicas traviesas, hoy residencia de ancianos, mis pasos me llevaron al parque de Trinitarios, meta de la segunda etapa de mi paseo. Enseguida vi la infraestructura objeto de mi presencia en dicho parque, como ya habréis imaginado fui a estrenar el nuevo ascensor y lo estrené, ya lo creo que lo estrené, y me gustó, me gustó mucho, es muy chulo, luminoso y con una deliciosa vista, San Jorge a la izquierda, la Rotxa al frente, las torres de la Catedral a la derecha, los montes de la cuenca tras todo ello como forillo de fondo teatral. Al llegar arriba me ha sorprendido ver que he llegado al Anaita y que en dos pasos estaba en la Taconera y en nada me he plantado en la calle Mayor. Es decir, este “parato” no es que una la Rotxa con San Juan es que la une con el centro de la ciudad. Buena cosa esta del ascensor de Trinitarios, como dice un amigo mío, ¿qué no se le ocurrirá a un hombre bien alimentado?
Bueno amigos, lo dicho dicho está, yo ahí lo dejo, sé que no soy nadie, quizá por eso lo digo.
Besos pa tos. l
Facebook : Patricio Martínez de Udobro
patriciomdu@gmail.com
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