Siete aspirantes a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones del año próximo se presentaron al público norteamericano en un debate televisado, pero entre ellos no estaba el principal candidato: el ex presidente Donald Trump, quien según las encuestas tiene el apoyo de la mitad de los votantes republicanos, fue algo así como un convidado de piedra y su brillo fue su ausencia.
Con la notable excepción del ex gobernador de Nueva Jersey Chris Christie, el único candidato que proviene de un estado gobernado por el Partido Demócrata, nadie atacó a Trump durante el debate. Pero en el caso de Christie, su ataque resultó más cómodo que efectivo: se dirigió a Trump desde la pantalla, diciéndole “sé que nos estás mirando” y lo atacó de una forma algo ridícula al llamarlo “Pato Donald” pues el expresidente efectivamente se llama Donald, al igual que ocurre con millones de sus compatriotas.
En contraste, el más joven de los candidatos, Vivek Ramaswamy, hijo de inmigrantes de la India, expresó claramente su apoyo y admiración por Trump, aunque señaló que corresponde ahora a otros candidatos seguir poniendo en práctica algunas de sus ideas.
A pesar de provenir de una familia inmigrante, Ramaswamy tiene poco en común con la mayoría de los extranjeros pobres que llega a este país: ni su familia llegó ilegalmente a Estados Unidos, ni ha sido nunca pobre. Sus dos progenitores tienen una sólida formación académica, le pudieron pagar las mejores universidades y su fortuna personal se estima en 500 millones de dólares.
El mayor grupo inmigrante en Estados Unidos es iberoamericano y en general se trata de un colectivo pobre que, en gran parte, está ilegalmente en el país. Pero ninguno de los candidatos indios provenía de este grupo. Además de Ramaswamy, estaba también la exembajadora de Estados Unidos ante la ONU, la señora Haley, cuyos orígenes también son indios y tampoco son humildes. Sus padres se dedicaron a la enseñanza, hasta que su madre hizo fortuna con un negocio de modas que le permitió amasar millones.
No hay de momento debates en el Partido Demócrata, pues no está claro si nadie tratará de oponerse al actual presidente Joe Biden, quien tiene varias cosas en común con Trump: su avanzada edad y el deseo de muchos votantes de su partido de que no se presente a las próximas elecciones.
A diferencia de Biden, cuya senilidad es más evidente cada día y genera todo tipo de bromas, el expresidente Trump parece en pleno control, pero esto no basta para tranquilizar a la base de su partido ni para atraer a muchos votantes independientes y mucho menos para que un número importante de demócratas se pasen de bando.
El carácter áspero de Trump es suficiente para que muchos norteamericanos rechacen su personalidad, pero aún así es el candidato republicano con mayor intención de voto: las encuestas le siguen dando la mitad del voto de su partido…lo que no es suficiente para ganar las elecciones.
El fracaso de Kamala
De esta forma, Estados Unidos puede vivir el año próximo un panorama electoral poco frecuente y hasta desconcertante, pues el Partido Demócrata vive todo tipo de problemas, empezando por su presidente y continuando con la vicepresidenta Kamala Harris: si Biden no parece controlar sus facultades plenamente, Harris parece no tenerlas. Sus tres años como vicepresidenta han sido un fracaso, no ha presentado ningún resultado en la misión que se le encargó, que era el control de fronteras, pues la avalancha de indocumentados va en aumento y la característica que más la define es una risa inexplicable que aplica a todas las circunstancias en que se halla.
La situación no es mejor en el terreno republicano, pues Trump, el candidato más popular, sigue provocando el rechazo en una gran parte del electorado y está además sumido en problemas jurídicos, que podrían impedir su candidatura.
Lo mismo ocurre en el Congreso. Los republicanos tan solo tienen mayoría en la cámara baja, donde no se están cubriendo de gloria, en parte por las divergencias con una pequeña minoría que amenaza con paralizar el gobierno, pues no quiere aprobar el presupuesto sin recortes en el gasto público.
Y precisamente porque es pequeña la mayoría de que gozan los republicanos, no pueden permitirse perder más favor popular y corren el riesgo de volver a la oposición el próximo año, de forma que los demócratas, que se enfrentan a las dificultades del desgaste del poder y a personalidad de su candidato presidencial, podrían repetir mandato en el próximo Congreso, tanto manteniendo la mayoría senatorial, como recuperando la Cámara baja.
Los republicanos convertirían así en derrota la coyuntura política actual que les es favorable, pues el país está a disgusto por la inflación y la degradación del orden público.