Soy muy fan de ese apartado de la sección de Sucesos de los periódicos que podríamos denominar Grandes Liadas Alrededor de los Vehículos y el Alcohol, GLAVA, en siglas. Este género no es nuevo, pero siempre me sorprende hasta dónde puede llegar un ser humano mamado con unas llaves en sus manos. Me viene a la memoria el tío que, en doce horas, sufrió dos accidentes por ir ebrio –en el primer caso aseguró a los forales que era el copiloto– y carecer de permiso y nunca olvidaré aquel pamplonés borracho y sin carné que entró en el garaje de la Policía Municipal creyendo que era un parking público.

Todo lo dicho viene a que esta semana ha sido detenido en Pamplona un joven que se accidentó contra unas vallas en estado de embriaguez, drogado, sin casco ni carné de conducir que pilotaba una motocicleta robada unos minutos antes. Sin pretender glorificar esta pasada, me reconocerán que tiene algo de homérica. No se puede liarla más en tan poco espacio y semejante hazaña deja en pañales al arrestado poco antes que él por quintuplicar la tasa de alcohol al volante. Si algo tenemos grabado a fuego desde chavales, cuando más de uno de nosotros perdió a un amigo en un accidente de tráfico, es que una copa es la peor compañera en la carretera. Y sin embargo, seguimos erre que erre.