La carpa o esa juerga universitaria llena de claroscuros. Para empezar, no se trata de una fiesta por curso sino de dos (ahora y en primavera) y pese a ser un clásico en la UPNA, esta universidad se desentiende de la misma y mantiene esos días como lectivos aunque la presencia de alumnado sea mínima. También es cierto que logra convocar a un público fiel y creciente que sólo por entrar, bebidas aparte, paga 20 euros. No nos equivoquemos, la carpa no es una parranda espontánea o mínimamente organizada por universitarios deseosos de sacar unos cuartillos para viajes. Se ha transformado en un negocio en el que una empresa se encarga de contratar recinto, actuaciones y materiales, mientras algunos estudiantes se comprometen a controlar los horarios y el buen hacer de sus compañeros, convertidos en camareros. Los que trabajan están obligados a abonar una fianza de 100 euros para no olvidar el compromiso adquirido –nada de presentarse bebidos o no aparecer– y saben que cada barra tiene una rentabilidad adjudicada. Cuando se llega a esa cifra, los chavales recuperan su fianza y empiezan a obtener beneficio por las horas metidas en una faena que muchos recuerdan como una constante pelmada de clientes/alumnos que piden consumiciones y no pagan o pagan sólo una parte. Serán los tiempos…