Como siempre en los tiempos oscuros de esa profunda e imaginaria España única y uniforme que luego históricamente han agitado los fanáticos mediáticos. La estrategia de la tensión permanente, con la algarada callejera ahora como instrumento estrella, se les está yendo poco a poco de las manos. Pero el camino estaba diseñado previamente y ha contado y cuenta con destacados actores relevantes más allá de los frikis e indocumentados intelectuales que protagonizan estos días las marchas por las calles de Madrid. El txupinazo de salida lo tiró Aznar, ese mentiroso compulsivo que solo se disfraza de demócrata si las cuentas de las urnas han salido favorables a sus intereses. Como no podía ser de otra forma, le siguieron en alegre procesión los más destacados magistrados de los altos tribunales alineados con las tesis del PP. Por un lado, los miembros del Consejo del Poder Judicial apañan una declaración institucional de indudable contenido político e ideológico contra una Ley de Amnistía que ni siquiera han leído porque está sin tramitarse. Sobra decir que sin legitimidad institucional alguna después de casi cinco años incumpliendo la Constitución y pasándose por el forro el Estado de Derecho con sus cargos caducados. Al mismo tiempo, se activa nuevas causas contra destacados políticos catalanistas, Puigdemont y Marta Rovira, por hechos ocurridos hace más de cuatro años y que el juez García Castellón, siempre atento a las necesidades del PP, califica muy por encima de la realidad de terrorismo.

No podían faltar las sotanas. El obispo Munilla, el que se lo pasa pipa paseando en burro, tilda una posible amnistía de “profundamente inmoral”. Desconozco sobre qué argumentos razonables sostiene tal reflexión, pero evidentemente serán ninguno. Tampoco es de extrañar, otro obispo del sector reaccionario español, Antonio Cañizares, aseguró que la unidad de España era “un bien moral obra del Espíritu Santo”, sabiendo claro que el Espíritu Santo no está disponible para preguntarle. No deja de ser patético el empeño de los jerarcas católicos más conservadores en dar lecciones de moralidad cuando son el sector de la jerarquía episcopal mas empeñado en mirar hacia otro lado ante los miles de casos de abusos a menores en el seno de las instituciones de la Iglesia católica durante décadas. Eso sí que es miserable e inmoral. Dudo mucho que la amnistía sea uno de los temas principales de preocupación en la opinión pública española, pero no tengo ninguna duda de que a quienes impulsan y protagonizan esas manifestaciones, la amnistía les importa nada. Un compendio de grupúsculos y personajes de baja estofa que superan la capacidad de ficción de Berlanga y que jaleados por políticos e intoxicadores de bulos de las redes y medios actúan como simples arietes. Porque el objetivo del discurso de la ilegitimidad no es la amnistía, solo es la zanahoria que utilizan para tirar del carro, el objetivo es impedir que la mayoría democrática salida de las urnas conforme un Gobierno. El objetivo es la esencia misma de la democracia. Ya es tarde para desmarcarse. Ninguno de los que han impulsado esas algaradas o apoyan esa estrategia de crispación e inestabilidad constantes puede ya eludir su responsabilidad. Aznar y Feijóo. Y quienes apoyan al PP y a la ultraderecha en ese camino –Esparza ha atado a esa senda a UPN–, también. Y ese camino conduce irremediablemente a un lugar perdedor.