Pedro Sánchez volverá a ser presidente, y lo volverá a ser gracias al papel determinante de Santos Cerdán. El diputado navarro y secretario de Organización del PSOE ha llevado de primera mano las negociaciones con Carles Puigdemont. Un trabajo discreto y fiable que finalmente ha dado resultado. Y pese a la hiperventilada reacción de la derecha, lo ha hecho con precio aceptable para el PSOE, que más allá de la amnistía sólo asume compromisos genéricos vinculados al desarrollo de una legislatura que ahora mismo es muy incierta.

Queda por ver además en qué términos se lleva a cabo la amnistía, cuya redacción todavía no se conoce, y que augura para sus posibles beneficiarios una maraña jurídica y administrativa larga y complicada.

El final del procés tiene muchos enemigos, como antes lo tuvo también el final de ETA. Y la posición que han tomado determinados estamentos del Estado, algunos de ellos con mucho poder, demuestra que más allá de la investidura nada está garantizado. Posiblemente por eso se ha demorado tanto el acuerdo. No habrá tregua en la batalla que se abre a partir ahora.

Pero para entonces Sánchez será presidente, que era en el fondo el objetivo principal y casi único del PSOE en estas últimas semanas. Y no es casual que el líder socialista haya encargado la negociación más difícil de toda la investidura a Cerdán, que ha demostrado ser no sólo un hábil negociador, también un hombre leal y fiable. Es el único miembro el grupo dirigente que acompañó a Sánchez durante el proceso de primarias de 2017 que sigue al frente del PSOE y con influencia en el Gobierno de España, mucho mayor de la que pueda parecer.

Durante este tiempo el secretario de Organización se ha ganado la confianza de sus compañeros de partido, incluso la de aquellos que discrepan de la línea oficial. Discreto y trabajador, siempre ha estado lejos del foco mediático, priorizando los intereses de su partido, en Madrid y en Navarra. No necesariamente en este orden.

Fue clave en las primarias contra Susana Díaz porque entendió mejor a sus militantes en un momento de gran convulsión interna. Convenció al PNV para que se sumara a la moción de censura de 2018 pese a que acababa de pactar los presupuestos con el PP. Y se ganó el apoyo de EH Bildu para asegurar la gobernabilidad tras las elecciones de 2019, sin miedo a una foto que muchos en el PSOE temían, pero que defendió en primera persona para llevar al PSN al Palacio de Navarra. Sin Cerdán, Chivite no sería hoy presidenta del Gobierno foral.

Todos estos acuerdos han tenido contraprestaciones. Algunas públicas y otras quizá no tanto. Pero sobre todo han servido para consolidar una mayoría en Madrid que vuelve a garantizar el Gobierno de España al PSOE. Si Sánchez culmina la legislatura será el presidente más con más años en La Moncloa desde Felipe González. Algo impensable cuando llegó a la secretaría general hace seis años y medio.

Apuesta arriesgada

Es el resultado de una apuesta clara y coherente, pero también arriesgada. Si algo aprendió Cerdán como secretario de Organización del PSN fue que los acuerdos con la derecha alejaban al partido de sus bases, diluyendo el proyecto socialista y arruinando sus opciones de gobernar. 

Es probable que el Gobierno de Sánchez no hubiera acometido el acercamiento de presos si los votos de la izquierda abertzale no hubieran sido necesarios. Ni hubiera habido indultos sin pacto con ERC, ni tampoco ahora amnistía.

Pero esas decisiones no solo han servido para reforzar la mayoría alternativa a la derecha en Madrid. También han rebajado el clima de crispación política en Euskadi y en Cataluña. Por mucho que la derecha y sus satélites mediáticos traten de generar una sensación contraria, España es hoy un país más cohesionado que cuando gobernaba el PP.

Al final, el tiempo ha acabado dando la razón Cerdán, que se ha convertido en el objetivo a batir para la derecha en Navarra. Porque mientras siga a los mandos del PSOE el PSN tendrá manos libres para caminar por una estrategia propia y diferenciada respecto a UPN. La que les ha permitido tejer una mayoría de Gobierno estable que, con Sánchez en La Moncloa, se puede prolongar en el tiempo. Y que más pronto que tarde se trasladará también al Ayuntamiento de Pamplona. Un horizonte sombrío para sus expectativas de poder. Es lo que de verdad les preocupa y es lo que no perdonan a Santos Cerdán.