Algún día, en un futuro no muy lejano, Roger Federer y Rafa Nadal nos deberían explicar qué les ha dado el tenis en sus últimos años de carrera para soportar no solo la dura vida del tenista profesional sino los dolores inhumanos de sus lesiones. ¿Qué ha compensado semejantes via crucis? Por ganar más dinero no creemos que haya sido, que los dos están forrados. Que les faltara algún título por ganar, tampoco.

¿Quizás un afán de superación tan asumido que ni han comprendido otra actitud? ¿Quizás pura adicción al aplauso y a la admiración, como tantos artistas veteranos y Cristiano Ronaldo? ¿Quizás repelús ante el repentino vacío existencial al que se asoma todo gran deportista que se retira? Puestos a pensarlo, solo se nos ocurre que les haya dado rabia ver cómo Nadal (a Federer) y Djokovic (a Nadal) les reventaban los récords, que ni tiempo les ha dado para disfrutarlos. Pero poco estímulo nos parece para sobrellevar tanto dolor.