A veces se amontonan los acontecimientos y cada uno vive lo suyo sin percatarse de lo que tiene al lado. Una de estas fechas es San Saturnino. No conozco fiesta que signifique y sea gozada de tal manera por unos e ignorada, incluso desconocida, por otros tantos. En el día del patrón de Pamplona, las campanas resuenan por el Casco Viejo cuando sacan en procesión a una pequeña imagen en medio de un frío intenso y, en ocasiones, lluvia. Si ésta no asoma, la Comparsa se da un último paseo anual entre miles de admiradores. Todo ello ocurre a la par que la peña Muthiko Alaiak se reúne en una placita del barrio para homenajear a quienes se han ido y dar la bienvenida a los chiquitines recién llegados. También danzan y se saludan encantados mientras en calles cercanas algunos ya piensan en hacer una de las colas más largas que se han visto en tiempos para obtener un farolillo que será lanzado al anochecer, cuando la música de charanga resuena en Navarrería, hay baile en Estafeta, el centro está atascado y cientos de conductores se preguntan dónde anda la Policía Municipal. Todo pasa en el mismo minuto y cada protagonista está tan ensimismado en su movida que no ve más allá. Ni siquiera se percata de que a pocas paradas de villavesa no hay fiesta ni nada. Es otro día laborable más.