El repertorio de encuentros entre Pedro Sánchez y la parte del soberanismo que representa ERC lleva mucho tiempo dando señales de agotamiento. Y ahí, claro, es donde la bandería liderada por Puigdemont gana por goleada, aunque no sea más que por el morbo de ver la foto del que la derecha española retrata como “prófugo de la Justicia” junto al presidente del gobierno del estado que lo tiene en búsqueda y captura.

Porque luego Rufián podrá tirar en el Congreso todos los fuegos artificiales dialécticos en plan no sabe usted con quién está hablando, pero a la hora de la verdad, cuando el president Aragonès recibe solemnemente a Sánchez en el Palau de la Generalitat, todo lo que puede vender a modo de exigencia arrancada es pura filfa. Una reunión de la inútil mesa y una difusa propuesta legislativa para que los catalanes puedan dirigirse en su lengua a la administración. ¿De esto iba el procés? Cuánto ruido y qué pocas nueces.

Superliga

Conste que hago precio de amigo a los protagonistas del encuentro de ayer al concederles el honor del titular principal y los primeros párrafos. Cualquiera que viera ayer la priorización de las noticias en las ediciones digitales de las cabeceras más ilustres sabe que Sánchez y Aragonès quedaron –curioso paralelismo– por debajo de los presidentes de Real Madrid y Barça, a quienes el Tribunal de Justicia de Europea ha dado la razón en su proyecto de crear una llamada Superliga del continente que disputarían los conjuntos de más tronío dejando el resto de las competiciones en segundo o tercer plato.

Sostiene el altísimo tribunal (el mismo ante el que nos postramos cuando falla a favor de nuestros gustos) que ni la UEFA ni la FIFA tienen reconocida la facultad para sancionar a clubes que participen en competiciones alternativas. Y yo me declaro incompetente para dictaminar si es así o no.

Sí tengo la intuición de que el fallo abre la puerta a magnificar la ya de por sí gigantesca élite compuesta por el puñado de abusones habituales. Pero inmediatamente señalo la complicidad silenciosa de quienes pagan entradas o camisetas de su equipo a precio de Channel número 5 sin darse cuenta de su contribución necesaria a la injusticia.