Parecía que Pedro Ruiz había birlado el decorados de Crónicas Marcianas para su programa de efímero paso (y recuerdo) por La 1 con todos los ingredientes cogidos de La 2. En ese combinado sin alcohol, mezcla entre La noche abierta y Como Pedro por su casa, nada pegaba con nada y menos el decorado intergaláctico, que ya hubiera querido lucir Sardá en su reencuentro con un grupo de excolaboradores en el plató desnudo donde realizaron durante ocho años el famoso late-night que recordaron a base de imágenes emborronadas (había un montón de gente a la que le tapaban la cara), que es la mejor manera de recordar solo lo que uno quiere. 

En su recuerdo emborronado, Sardá se olvidó, qué cosas, del “Telebasura, tu puta madre”, aquella frase lapidaria de Crónicas Marcianas con la que respondió a los que criticaron su programa desde la portada de una revista de televisión editada por los accionistas de la misma cadena que lo emitía, lo que le hizo que explotara de aquella manera. 

Cuando cambió el curso del caudaloso en audiencias río Mississippi hacia Antena 3, Sardá aterrizó en Tele 5, donde puso en marcha un programa rompedor y muy creativo, con nuevos rostros (entre los más sorprendentes, Boris Izaguirre y el señor Galindo) y muchísimo buen rollo, que rompía con todo lo que se había hecho en esa franja horaria que hasta entonces mezclaba crónica negra y morbo junto a algunos gags.

El programa, que fingía realizarse en directo desde Marte, fue como un espejismo hecho a base de tele creativa (y costosa) que pronto fue sustituida por una sucesión de mesas de polemistas a base de exparticipantes de realities y otros extraños seres de la noche, que se gritaban, peleaban e insultaban, mientras otras señoras acudían a enseñar cacha en los intervalos para templar los ánimos. Morbo-pelea-morbo-pelea fueron las dos teclas que accionadas mil veces cubrían miles de minutos cuatro días por semana.

Así que Crónicas Marcianas fue capaz de hacer lo mejor y lo peor en televisión en sus ocho años de emisión. En el reencuentro del otro día, que perdió la gracia del directo al estar grabado y editado, se quedaron, claro, con lo mejor y emborronaron lo peor. Quedó entrañable pero frío, y pelín cutrecillo al no gastarse un euro en un decorado (podían haber pedido el suyo a Pedro Ruiz, que ya no lo va a usar más).

Sin embargo, no consiguieron dar con el tono tan característico de Crónicas Marcianas que convirtió a Sardá en líder de opinión y al programa en líder de audiencia. El que sí logró dar con la tecla, es curioso, fue TardeAR, donde Ana Rosa replicó con realidad aumentada el decorado marciano y hasta emularon una de aquellas mesas (bastante más apañada que la del reencuentro), donde Sardá y Lequio volvieron a ser Sardá y Lequio. Exaltados. Gritones. Y traviesos. Como en Marte.