Desde hace ya tiempo, el balonmano navarro está acumulando éxitos y reconocimientos. Pero esto no es flor de un día, sino el fruto de un trabajo que lleva años desarrollándose, sobre todo en lo que a la base se refiere. Por un lado está la labor que se realiza desde la Federación Navarra de Balonmano (FNBM). Ahí comenzó a gestarse un trabajo, diría que desde la presidencia de Jesús Aranaz, con la tecnificación llevada a cabo con las selecciones de Infantil, Cadete y Juvenil, principalmente en Larrabide. En la última etapa de Patxi Lezáun en la dirección técnica y con la entrada posterior de Iñaki Muñoz, se da una vuelta de tuerca, con un trabajo más específico en cada etapa de formación. Esta sería, sin duda, una de las claves. A ella habría que sumarle otro aspecto fundamental, que es el trabajo desarrollado en los clubes. Aquí uno de los referentes en lo que se refiere al balonmano masculino es Anaitasuna. La entrada de Iñaki Pérez en su día supuso una revolución para la cantera, un trabajo que ha continuado Carlos García. Y donde se ha pegado un salto espectacular es en el femenino. En este sentido, el papel de clubes como el Malkaitz Eskubaloia es fundamental, sin olvidar por supuesto al Beti Onak. El apoyo institucional brindado en este apartado ha sido también muy importante para que hoy en día estemos disfrutando de estos éxitos. Ahí está el convenio que se impulsó en 2018 para la estructuración del balonmano femenino, con la Fundación Miguel Induráin, la FNBM y el propio Beti Onak. La suma de todos estos factores –tecnificación, trabajo de clubes y apoyo institucional– está haciendo que después de todo el esfuerzo y las horas invertidas, el trabajo esté dando sus frutos.

El autor es técnico navarro de la Federación Española de Balonmano