Salieron hace poco unas declaraciones de la nueva presidenta de las peñas de Pamplona explicando que a ella personalmente no le gustaban los toros y ya hay encendidas críticas y halagos y columnas y opiniones. Planteo la mía: a muchos y muchas pamploneses y pamplonesas no nos gustan los toros, nos desagradan. Dicho eso, sabemos que a otros muchos y muchas les agradan. Y que a miles y miles que vienen, también. Como a otros que no vienen.

Sabemos también que se pueden disfrutar los sanfermines sin toros y que probablemente a corto plazo unos sanfermines sin toros en el programa oficial son inviables, puesto que, lo creamos o no, son la base ahora mismo de la fiesta. No creemos que el debate deba centrarse en el manido: si no le gustan los toros, no los vea. Estamos hablando de maltrato animal, no de que no me guste el azul. Tampoco hay unos estudios serios acerca de qué suponen los sanfermines económicamente para Pamplona y Navarra, ni de qué escenarios se podrían dar de dar pasos hacia una prohibición de las corridas y los encierros o de solo las corridas o yo qué sé.

Hay, en definitiva, muchas incógnitas acerca de una dinámica social que no es nueva pero a la que sería bueno hincarle el diente, que no es otra que profundizar en este sentimiento, cuantificarlo y organizar jornadas, debates, charlas, lo que ustedes quieran, para sin prisa ir avanzando hacia qué queremos los ciudadanos de Pamplona y de Navarra –puesto que con nuestros impuestos se sostiene mucho de lo que sucede esos 9 días y mucha de la logística necesaria– y ver qué encajes tendría.

No se trata de imponer por las buenas –ahora mismo la imposición se la comen quienes detestan que en su ciudad se practiquen estas cosas– ni mucho menos por las malas, sino de conocer, estudiar, debatir y afrontar, siendo perfectos conocedores que estamos ante el santo y seña de la ciudad y tal vez de la comunidad.