Ni siquiera creo que haya sido una sorpresa la decisión de Esparza de dejar la primera línea política y abrir la puerta a la elección de un nuevo liderazgo en UPN en el congreso de abril. Continuar en la presidencia del partido compartiendo el poder y el protagonismo con otra persona dirigida a ser la candidata en las elecciones de 2027 ha sido la primera posibilidad que ha sopesado, pero la realidad de la situación política de UPN y la falta de claridad en los apoyos internos aconsejaba echarse a un lado. Su legado es conocido y no parece haber dudas hacia donde se inclina el peso en la balanza de sus errores, que han sido muchos y sobre todo importantes, y de sus aciertos de estos nueve años y medio al frente de UPN. Quizá el más evidente de sus desaciertos ha sido la obsesión continua y casi única por recuperar el poder. Sus tres intentos ante Uxue Barkos y María Chivite se han saldado con fracasos. Esa apuesta a todo o nada de Esparza por el poder le ha impedido ver, analizar y tratar de sumar a UPN al proceso de cambio generacional y transformación social y política que ha vivido la sociedad navarra en la ultima década. Los nombres de Toquero, Ibarrola –la candidata de Esparza o al menos de su entorno en la dirección–, y Valdemoros suenan como posibles relevos. Y puede haber también de la mano de Toquero, reacio a dar el paso hora, una tapada en la sombra con peso en Iruña. No sé por quién optaran las bases de UPN, pero es evidente que la imagen de Toquero e Ibarrola son muy similares, o más extremas aún en sus posiciones y palabras, a la que ha mantenido Esparza hasta ahora sin éxito alguno. En ese aspecto al menos, cualquier otro perfil con apoyo tiene más posibilidades de construir su propio discurso y no salir ya de partida lastrado por una tiempo de fracasos que UPN necesita dejar atrás. La persona que se sitúe al frente de UPN es importante en un mundo de liderazgos, pero el reto de este congreso será acertar con qué hacer y qué ofrecer a la sociedad navarra a partir de ahora. Las demandas, necesidades, prioridades y potencialidades de los navarros y navarras han ido cambiando y es ahí donde deberá tratar de resituar al proyecto el próximo congreso. Abandonar el autoaislamiento actual y abrir puertas a la búsqueda de acuerdos que vayan más allá del limitado espacio de la unión de las derechas y la ultraderecha. Más aún en Navarra, donde la mayoría socioelectoral está ubicada en otros parámetros muy diferentes a los de ese discurso bronco de falsedades, insultos y exageraciones con el que es difícil competir en volumen desde aquí. Lleva desde 2015 navegando en esas aguas bravas de la confrontación, la crispación y la polarización y los resultados han sido malos. La decisión de vetar a sus grupos municipales de Estella-Lizarra, Barañáin y Egüés negociar los Presupuestos es una simpleza innecesaria e inútil. Los acuerdos y consensos no son buenos por sí mismos, sino por sus resultados, pero en esto tiempos volátiles de incertidumbres aportan un valor político de peso ahora en la sociedad, la estabilidad como espacio de solucionar problemas e impulsar avances. No tiene fácil UPN esa reflexión ideológica y estratégica, pero si no la aborda con miras amplias seguirá caminando en dirección contraria a la mayoría de la sociedad navarra. Que el albero reparta suerte.